Redacta una conversación que hayas escuchado, describiendo tonos y actitudes de los locutores.
Iba sentada en el trufi del primer anillo cuando se subieron dos
señoras de más o menos cuarenta años.
_Ay, yo no sé que cocinarle a mis hijos, son sumamente mañosos_ se
quejaba una de ellas_ si cuando vivíamos en Washington yo les cocinaba
locro y majao porque extrañaba mucho la comida de acá, y ni ellos ni Robert
querían comer.
_Ay hija, te entiendo, así son_ contestó la otra_ Nicholas todavía es
chiquitito, pero quise hacer sonso de yuca para que Reiner pruebe y no le
gustó, él sólo quiere comer su comida alemana, y hasta ahora no lo puedo
convencer para que nos vengamos a vivir aquí.
_Cómo pues te vas a volver, no le quités la oportunidad a tu hijo de
estudiar en un colegio americano_ le dijo la primera mujer en tono de reproche_
yo por eso esperé a que Ben Thomas hubiera acabado el high school para
volverme, porque si no, no habría aguantado más de tres años.
_Pero es que es muy difícil vivir allá, me siento muy sola_ se quejaba
la otra_ no tengo quien me ayude con Nicholas y Reiner no descansa ni siquiera
lo domingos.
_¡Pero vos por lo menos tenés a tus hermanas!
_Pero viven muy lejos_ seguía quejándose la segunda mujer_ Gladis
trabaja todo el día y a Joana la veo una ves al mes porque vive a más de una
hora de mi casa.
_Pero por lo menos las tenés en la misma ciudad_ le repetía su amiga_
yo viví veinte años en Washington y la única familia que tenía era mi marido y
mis hijos, ¡eso es estar sola! Y fue muy difícil y muy triste para mí, en
especial porque tuvieron que pasar cuatro años para que termine mis estudios de
inglés y me den la ciudadanía para buscar un buen trabajo, y hasta entonces
estuve viviendo de el trabajo de Robert, cosa que siempre me incomodó porque me
sentía dependiente de él.
_Pero hija, yo estoy en las mismas, Reiner es el que trabaja y yo hago
las compras y cuido a mi hijo cuando sale de la guardería_ le respondió la
segunda mujer con toda naturalidad_ y aunque a veces me gustaría tener mi
propia plata, creo que es lo mejor porque así sin trabajar, apenas tengo tiempo
para hacer todo, la hora se pasa volando y las distancias son muy largas.
_Yo no pienso como vos amiga_ contestó la primera mujer, con recelo_ yo
sufrí mucho allá pero gracias a Dios conseguí un trabajo en Tigo por internet
para administrar la contabilidad, y como es una empresa internacional, volví a
Santa Cruz y pude seguir con el mismo trabajo.
_Amiguita, volviendo al tema de los hijos_ empezó la segunda mujer_
¿por qué te volviste antes de que tus otros dos hijos terminaran el colegio?
_Ay amiga_ contestó con un suspiro pesaroso_ porque comprendí que la
familia y compañía de los seres que uno ama vale mucho más que una educación en
los Estados Unidos. Mi mamá ya está mayor, mis sobrinos se están casando,
algunas de mis hermanas ya tienen nietos y yo me perdí todo eso por irme a
perseguir un sueño que terminó siendo esclavitud. Estoy muy feliz de haberme
casado con Robert y amo a los tres hijos que me dio, pero hubiese preferido
volverme mucho antes, porque quizás vos todavía no lo sepás amiga, pero no
importa que tan buen país sea, no lo es para un extranjero. Allá nosotras no
somos nada, si no nos casamos con un gringo, somos ilegales y sin derechos; si
no tenemos un inglés perfecto, no podemos aspirar a buenos trabajos; y si no
dependemos de nuestros maridos, sencillamente no podemos vivir.
_Sos muy dramática amiga_ contestó la segunda mujer, algo hastiada de
la conversación_ yo no creo que sea tan malo vivir en Virginia.
_Te faltan años, amiga_ respondió la segunda mujer con melancolía en la
voz_ te faltan años para darte cuenta que el mejor país para vivir es ese que
nos vio nacer.
Mi parada estaba aquí, tres segundos después de sus últimas palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario