Descripción audiovisual
de la escena: Suena un piano dulce y despacio, entrando como pidiendo permiso,
para condicionar al espectador a un ambiente de tierno romanticismo o romántica
ternura. En pantalla se vislumbran dos siluetas perfiladas por la luz
anaranjada de una lámpara. En la imaginación del director, este hombre y esta
mujer estarían hechos de un material adivinable como plastilina, sin embargo,
el lector es libre de escoger el estilo y apariencia del filme para
reproducirlo en su mente y guardarlo así en su memoria.
Ambos están desnudos y es
de noche.
El hombre carga con un
nombre genérico, acaso Fernando, acaso Andrés, tiene las cejas depiladas y un
rostro hermoso. La mujer posee un nombre más bien varonil, digamos Francisca, y
se sienta en la cama perfectamente erguida.
Se miran. Ella le pide
con más pena que ternura que se cuide y él le entrega su miembro masculino para
que lo tenga bien cuidado por la noche, antes de ponerse el uniforme y salir a
trabajar.
Si tiene suerte, Fernando
(o Andrés) será recogido por la cantidad de hombres necesaria para cubrir las
exigencias de dos hijos en un colegio privado, el seguro, la casa, la empleada…
De todas formas, esta reflexión tendrá lugar en la mente de algunos (no todos)
espectadores, pues la escena continúa cuando, de día, el hombre vuelve vestido
de mujer a desvanecerse en su cama.
La mujer no está, pero en
su almohada reposan el pene del marido, para que se lo coloque al despertar, y
su par de senos para que él los cuide durante el día, mientras el teniente
coronel del ejército se gana el sueldo que requieren los niños en el
colegio privado, el seguro, la casa y la empleada.