Te diría que todo va a estar bien, que confíes en mí. Te prometería el universo y te llenaría de obsequios, pero no hay palabra que valga más que una acción, ni promesa que pueda más que la paciencia.
martes, 19 de mayo de 2015
domingo, 17 de mayo de 2015
El charanguero
El
charanguero era un personaje. El charanguero se subió al micro con su polera de
Megadeth y sus imitaciones de Rayban, dio los buenos días y se dio lugar para
“amenizar este espacio”, en sus propias palabras.
Un
acelerón le hizo tambalear y al equilibrarse, comenzó a tocar melodías barrocas
y andinas con una destreza y un gusto tal, que no cabe en estas letras.
Sus
dedos de uñas cortas volaban por el mástil mientras sus dedos de uñas largas
rasgaban a su antojo tantos matices como pudieran salir de esas doce cuerdas.
Sus risos largos entrecanos se entreveraban
con sus manos y con los chivos mal cortados de su barba, también risada,
también canosa.
Era
chileno. Terminó, se aplaudió a sí mismo con manos sordas y pidió una simple colaboración. Las recibió por
montones. Juan
Juan dobló la esquina y se fue, se fue
caminando. Y caminando huyó de la luz roja del semáforo y huyó de los reproches
del domingo pasado. Y el domingo pasado se sirvió puchero en casa de los
Antúnez y Juan estuvo ahí, al igual que el resto de su parentela directa. Juan
caminó lejos de las preguntas, el dónde estuviste, qué hiciste y con quién.
Juan dobló la esquina caminando y al terminar la curva, en plena luz roja, se
encontró con todos sus miedos. Y se encontró con que ahora sus miedos eran independientes
y tenían cuerpo propio. Ya no eran los miedos encarnados en la barba de papá o
los labios compungidos de mamá. Ahora eran un espejo, un oráculo y un mañana.
Él mismo leyendo los símbolos ocultos de sus manos y los azares de sus cartas.
Juan leía el futuro y Juan no lo podía interpretar. Juan solo tenía miedo y una
barba de papá y unos labios compungidos de mamá. Cerró los ojos y caminó como
un ciego, y en su ceguera, un alma buena le ayudó a cruzar la calle. Juan cruzó
la calle y dejó atrás sus temores. Dejó atrás sus victorias, sus trofeos
mediocres y sus fotos familiares. Y la familia se decepcionó mucho y maldijo a
Juan. Dijeron que era un caso perdido, que no había vuelta atrás, pero Juan no
quería volver atrás, pues al otro lado de la calle, el universo era grande y
fecundo. Y fecundo fue el futuro de Juan, que encontrado en su confusión, tomó
tierra y agua, y plantó en ellas su alma para que echara raíces por muchas
generaciones más. Se acabó el árbol genealógico, se dijo, pues aquí yo planto
mi legado, mi herencia y mi patria.
sábado, 9 de mayo de 2015
Saber lo sabido
El
talento es luz. El talento es ese algo que ilumina las ideas y las transforma
en hechos. De nada sirve la genialidad si no se convierte en realidad. ¿Pensar?
Todos podemos pensar. ¿Película? Todos vivimos una película, pero la persona
que toma esa vida cotidiana y la transforma, con todas sus tomas y sus
diálogos, en una película; esa persona es genial.
Creo
firmemente en que somos lo que hacemos y nada más. Una persona que solo habla
de lo que hace y no hace, es lo mismo que nada. Las personas que hacen mucho se
hartan de hablar de lo que hacen y se reducen a la modestia de solo hacer y
dejar que sus actos hablen por sí mismos.
Dicen
que para escribir hay que tener talento, pero no basta con saber el cómo, también
hay que tener el qué. Y qué mejor forma que viviendo. Los grandes escritores no
nacieron con la historia en la boca ni se la inventaron de puro gusto. Saramago
empezó a escribir a los sesenta porque antes no tenía nada que decir; García
Márquez se dedicó a escribir sobre Aracataca, sobre su infancia, su familia y
sobre los habitantes que pronto conformarían a la pintoresca población de
Macondo.
La
suerte es como la pimienta: apenas un prodigioso azar que dará un gusto
magnífico a un plato fuerte pero que, por sí sola, solo representará a la
tierra estéril.
Tengo
mil millones de palabras y todas ellas son insignificantes sin una historia que
les dé propósito y sentido. Y es así con todo. Podés tener inmuebles,
propiedades, empresas, artículos, piezas, canciones… Sin un significado
trascendental, solo es una ensalada de miscelánea.
Disney nos hizo creer que todo lo que soñás se
puede hacer realidad, pero adiviná qué, no basta con solo soñarlo. Como dice
Britney: you better work bitch.
Tenés
que tener las ideas claras y necesitás la capacidad de transmitir esas ideas al
grupo, porque jamás estás solo. Solo no llegás ni a la esquina. Necesitás gente
que apoye la causa, entienda la idea y colabore con su talento particular.
Todos
somos buenos para algo. Vos serás bueno para construir, vos serás bueno para
calcular y entre los dos hacen un edificio. No se trata de quién es el mejor ni
quién se queda con la fama y el nombre; se trata de que el trabajo represente
sus capacidades y les abra puertas a más trabajo. Así funciona.
¿Artista
desempleado? Bullshit. Si Dios te hizo artista
es porque, así disfuncional y todo, así desorganizado y disperso, sos necesario
para esta sociedad.
¿Tu
demonio es la pereza? Combatilo. No te excusés detrás del arte, porque ser
artista no significa ser holgazán. Ser artista significa crear algo basado en
tu experiencia personal que nadie más será capaz de interpretar de esa forma
específica.
El
arte es importante para el mundo porque representa novedad, y sin vos, artista,
el mundo se estanca en la monotonía de su aburrimiento.
Así
que todos trabajemos porque todos somos necesarios. Somos fuentes generadoras
de nuevas oportunidades, nuevos universos.
Si
te aburres, humano, cambia de rumbo, pues todos los caminos conducen a Roma.
Estoy
preocupada por mi generación. Por el nihilismo, el hedonismo y el ocio.
Preocupada por las drogas. Preocupada por aquellos que creen que una depresión
es más importante que un trabajo. Aquellos que piensan que sentir es más fuerte
y más grande que hacer. Cuán equivocados están.
Nada ahonda más una depresión que el ocio.
La
parte más importante de una oración es el verbo, por ende, la parte más
importante de la vida es la acción, el movimiento primero, la función que pone
en marcha a todo lo que existe.
Si
nuestro cuerpo no actuara, no viviríamos. Si nuestro corazón no latiera y
nuestros órganos no hicieran lo que tienen que hacer, no viviríamos. Pero si
nosotros no actuamos, nuestra vida carece de sentido y tampoco vivimos. Por eso
es tan importante hacer hacer hacer hacer el bien, siempre el bien.
El
bien obrar es alimento de calidad para nuestro frágil y estúpido ser. Mientras
mejor obremos, más fuerte y sana será nuestra psiquis y más afortunado será
nuestro karma.
Somos
muchos los que vamos en contra de estos sabios consejos, pero esperamos con
toda fe que aquellos que se aventuren en los caminos de lo oscuro, encuentren
las gemas perdidas que le den sentido a la búsqueda e iluminen el camino de
vuelta.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)