lunes, 29 de abril de 2013

Monólogo de una mujer triste


Comedia 

Despertar no es más que abrirse a las sensaciones: el frío matutino que entra por la ventana, la viscosidad en los ojos, la luz pálida, el cosquilleo de los flecos del cubrecamas y el último sueño que se cierne con Dulce Daniela y sus crayones, y es que uno no sueña hasta que despierta, que es cuando en realidad integra a la vida lo soñado gracias al ejercicio de la memoria.
Soñé cosas tontas: recortaba papel, paseábamos en el auto con mucha gente atrás, una amiga del colegio se ofendía… Nada consolador, nada desolador, solo entretenimiento flojo y barato.
Luego toca vestirse y ponerse decente, pero el deseo de estar más fea que nunca es tan poderoso como esta tristeza y tan abominable como mis ojos hinchados. La belleza sola no embellece y la mía no quiere salir de casa si no es para agradar a tus ojos de sol. ¿Y para qué cepillarme los dientes si mi aliento no afectará al tuyo y nuestros labios en ningún momento se encontrarán, ni siquiera para manifestar un buen día? Lo hago de todas formas, pero sin vos hasta mi rutina carece de sentido.
Anoche pensé mucho, se me ocurrieron buenas ideas y encontré maravillosos recursos literarios que luego olvidé por completo, y a pesar de que mis ojos recorrieron ansiosos todos los lugares por los que se pasearon mis pensamientos, estos ya no habitaban los lugares que ahora registran mis ojos en busca de algo distinto a lo que en realidad encuentran: calcetines, alfombra, texturas, colores, aceitunas, caramelos…
La vida se reduce en la medida en que la memoria perece. Si todas las personas tuvieran la memoria intacta y pudieran recordar todas y cada una de sus ideas, este mundo estaría lleno de genios, pues la brillantez depende invariablemente de la capacidad de recordar lo ideado para poder ponerlo en acción.
Los sonidos de la casa son tiernos, los de la universidad, insoportables: la voz de Carlos gimiendo una melodía insufrible, risas estridentes, máquinas respirando y a medida que el curso se llena, se hace cada vez más difícil pensar; todavía no aprendo a cerrar los oídos y escuchar conversaciones ajenas sigue siendo mi vicio más arraigado.
Luego estás vos, llegando con una carta que me devuelve a las lágrimas del fin de semana. Yo la convierto en un pajarito de papel para guardarlo en el corazón y nos vamos a pasear porque concentrarse en algo distinto a nosotros es ahora tan absurdo como imposible.
El deseo aflora, crece y duele porque no te tengo y nada quisiera más que estar entre tus brazos como quien pide consuelo, pero los miedos, pero la desconfianza, pero espero lo mejor de vos y tu perfeccionamiento requiere de tiempo.
Mis sentimientos se tensan y yo los estiro como si fueran de goma, te amo y te beso, recibo de tu boca besos como balas y vuelvo al valle de lágrimas.
Mientras tanto suceden ideas, genialidades, pensamientos compartidos que son mucho más grandes y fuertes que cualquiera que lleguemos a concebir en soledad, pero al crear juntos solo te puedo amar más.
El tiempo se acorta, el espacio es un círculo al que ya le dimos la vuelta completa y solo me quedan estos sentimientos, miedo, esperanza, deseo, decepción, amor y de nuevo las lágrimas.
Nunca un momento de debilidad me había hecho más feliz: vuelvo a vos, volvés a mí y la tristeza desaparece para siempre.



martes, 16 de abril de 2013

Después de media vida


Pasados treinta años de su última visita, Silvio Rodríguez Domínguez vuelve a Bolivia para regalarnos sus más hermosas canciones en un show de dos horas y media para emocionarse hasta las lágrimas.
Sucedió el 15 de abril en el estadio Tahuichi Aguilera, ciudad de Santa Cruz, para suerte de los anfitriones, pues la altura de la ciudad de La Paz obligó al cantautor cubano a presentarse en los llanos que lo recibieron con días perfectos.
Después de hacer cola bajo la lluvia por horas para conseguir credenciales para toda la familia, formar todo el día fuera del estadio bajo el sol radiante y defender puestos para los ausentes en las graderías, fuimos por fin partícipes del hecho anoticiado hacía más de un mes y aún increíble para todos.
El dúo Negro y Blanco dio inicio al espectáculo con un repertorio corto pero encantador de odas a Bolivia, la cultura y la música, mezclando folklore con trova y conquistando a las casi quince mil personas que los presenciaban.
Durante su penúltima canción, una vagoneta entró por un costado de la cancha escoltada por varios miembros de la policía militar, de la cual bajaron el presidente Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera. Ahora sí el concierto podía dar arranque.
No pasaron cinco minutos de la salida del dúo cuando se pudo distinguir en la oscuridad del escenario a tres de los músicos que acompañan a Silvio en todas sus giras desde los últimos años: César Bacaró en el bajo, Rachid López en la guitarra clásica y Maikel Elizarde en el tres, quienes interpretaron una melodía con tintes barrocos.
Al finalizar, Niruka Gonzáles (flauta traversa y clarinete) y Oliver Valdés (batería) se unieron al Trío Trovarroco para dar pie a la canción Segunda Cita, a la cual se integró Silvio entre un mar de ovaciones, aplausos y silbidos: el sueño se estaba volviendo realidad y aún así no era creíble.
“Estoy muy contento de estar de nuevo aquí con ustedes después de tantos años,  pero con mucho cariño, de veras que sí”, fueron sus palabras antes de comenzar Días y Flores con el punteo radiante del tres acompañado por la guitarra.
A ella le siguieron canciones de sus últimos discos, como Virgen de Occidente, canción que aún no ha sido lanzada, y San Petersburgo, la cual, tal como el cubano narró, nació gracias a un encuentro que tuvo con Gabriel García Márquez en un avión curiosamente vacío que iba de cuba al Caribe mexicano; el escritor le contó de una historia que se le había ocurrido para ser canción sobre una novia que fue plantada en el altar y Silvio Rodríguez la hizo realidad.
Luego comenzó un salteado de sus canciones más populares con las más recientes, intercalándose Canción Del Elegido, Carta a Violeta Parra, El Mayor, Cita Con Ángeles, Quién fuera, acompañada a todo pulmón por el público, El Escaramujo, La Maza, Sinuhé, Mujeres, El Necio, especialmente dedicada al Presidente, De La Ausencia Y De Ti, Velia, y Ojalá, con la cual pretendía cerrar.
No se hizo de rogar ante las ovaciones y, apenas se hubo levantado para irse, todos se volvieron a sentar para continuar con Unicornio, Mariposas, Sueño Con Serpientes, En El Claro De La Luna y La Era.
Una vez más, Silvio y su grupo se levantaron, se despidieron con una venia, él se aproximó al borde del escenario para sacar fotos y, ahora sí, desapareció tras el telón lateral.
Minutos después volvió solo con su guitarra, la afinó una vez más y nos regaló en solitario Te Doy Una Canción y La Gota De Rocío, a la cual luego se unió Rachid López con unos armónicos de guitarra enternecedores.
La despedida se repitió y la gente empezó a perder las esperanzas, varios abandonaron el estadio y el Presidente salió de la misma forma en que entró, pero Silvio apareció una vez más, con toda la banda, para tocar Pequeña Serenata Diurna, ahora sí la última pieza de la noche.
El público siguió ovacionando y pidiendo más, pero fue rápidamente acallado por un tropel de fuegos artificiales que danzaron hermosos en el cielo por ocho minutos para cerrar el espectáculo más emocionante de la vida de muchos espectadores que llegaron de todos los confines del país sólo para verlo a él, el auténtico poeta de América, el necio, el sabio como un árbol, único como solo pudo ser Silvio Rodríguez.

sábado, 13 de abril de 2013

Sepia / Letras urgentes


Sepia. Mate. Colores con tonos amarillentos, algo opacos, de pronto empiezan a tomar brillo, a beber luz y de pronto se integra el verde, el celeste extraño del cielo tras las gafas. Todo está perfecto y la brisa que apenas sopla mantiene la frescura de las tormentas anteriores.
Todo son visiones y esas visiones atraen pensamientos, danzan con las melodías que solo escucha el protagonista de este viaje y vuelven a salir, se desbordan por sus ojos y se fusionan con nuevas visiones para crear nuevas ideas.
Todo es bello: la cáscara de guineo en el piso tan cómicamente acomodada, los cuatro hombres acomodando el cartón que representa a una lata de cerveza gigante –Kaiser, como César- el supervisor de obra que les saca fotos con su teléfono, la brisa que apenas sopla para conservar la frescura de las tormentas anteriores.
El micro va rápido y se detienen en las sombras de los árboles para que el sol no perjudique a la perfección, los asientos no están vacíos pero hay suficiente espacio para entrar y ser parte de la belleza de la vida que no deja de sucederse en este particular día de Marzo en el que parecía que todo saldría mal.

¿Dónde te fuiste? Cada ocio que pasa y que se suma a otro me hace sentir cada vez más usual, más promedio, un ente gris en un mundo gris: el gris nunca es el mismo, pero es gris al fin.
Ya no hay más días perfectos, llueve mucho, hace frío y las letras no fluyen nada; cada día que pasa soy más normal y estoy más lejos.
Y  dudo.
Dudo de todo lo que me quita esa pizca de algo más, de todo lo que me aleja de ese estarme ideal, que es sufrir por la vida y reconocerla como difícil.
Empiezo a creer que para gozar hay que perder un poco el optimismo, pues si pierdo el tiempo creyendo que cada tiempo libre se hizo para perderlo, y si me consuelo sumando todas mis labores y restando mis descansos, entonces nunca voy a avanzar, y exagero porque sin ese componente no hay acción. Los términos medios no son urgentes.
Para escribir con tinta sangre del corazón es necesario sangrar, dejar de lado el pensamiento de que vendrán días mejores y vivir este momento oscuro con todo el respeto que se merece, para escribirle una oda a la luz de una vela y releerla contenta a la luz del sol radiante.
Escribir no es un hobbie feliz, es una vocación ingrata que te encuentra sin siquiera haberla buscado, pero si le das la espalda y ella a vos, se va con una parte de tu alma.
Me siento inútil, he ahí esa parte de mi alma que se perdió por un tiempo.
Estas no son las letras limpias y sentidas que presumía con orgullo tener, estos son sólo unos monos atados, letra de palo desesperada, para expresar tanta tranquilidad desoladora que tiene menos color que estos días nublados.