Estoy
hundida en la aflicción, la vaca está en el hospital.
La
vaca ha sido mi amiga y compañera por años, aguantándome el peso de uno como de
diez, perdiéndose conmigo por la ciudad de los peces monstruos, fatigándose con
los ventarrones de arena ardiente de las aceras del 5to Anillo… más de una vez
sufrió algún percance y no es la primera vez que va al hospital. De hecho, a
estas alturas, ya debería tener membrecía.
Desde
hace unos días que la notaba decaída, débil, terca para andar. Las temperaturas
aumentaron y la vaca empezó a dar señales de sufrimiento. A veces mugía con
dolor, a veces se le paralizaban los músculos y se ponía lenta como tortuga, moviéndose
sus patas con una parsimonia cósmica.
Fue
ayer que le subió la fiebre. Tuvo que andar todo el día, la pobre, y por mi
culpa, pues le hice dar más vueltas de las necesarias por haber olvidado mi
cabeza en casa ajena y tener que ir a buscarla.
Al
medio día, con el grandioso sol sobre nuestras cabezas, galopamos hacia una
misión urgente. La vaca tuvo que esperar afuera, achicharrándose como
churrasco, sus carnes duras deshidratándose, exhalando vapor.
Llegando
de vuelta a casa le toqué la nuca y la sentí caliente. Al mirarla, sus ojos me devolvieron
una súplica, por favor, necesitaba agua. Pobre vaca, ardiendo en fiebre. Le serví dos litros de agua que se tomó como
si fueran los últimos del mundo, y refresqué su frente con compresas frías.
Se
acostó en la sombra y durmió por horas, sudando frío y temblando. Cuando tocó
salir de nuevo, le di más agua y volví a aplicarle compresas. Sentí sus
mejillas frescas y sus ojos aliviados, hasta tenía ánimo, hasta me decía que
salgamos. Entonces salimos.
Muy
entrada la noche y después de andar por horas, la fiebre volvió a subir, arrasadora,
golpeando las rodillas de la vaca que no podía más que andar despacio, la pobre
vaca. Al llegar donde Marce, le volvimos a dar agua y la refrescamos. Tomó
muchísimo y seguía con sed, entonces le dimos más. Y más y más, y no paraba de
tener sed.
Mejor
vas a tu casa a que descanse, dijo Marce, así que me monté en la vaca y la
llevé lo más despacio que la seguridad vial permite. Llegamos a la casa, abrí
la tranquera y al subir la barranca, la vaca se desvaneció. La zamarroneé para
que reaccione y termine de subir, pobre vaca, que empleó todas las fuerzas que
le quedaban para llegar a su corral.
Ahí
se tiró y quedó como muerta. Me contuve de llorar para no perder la calma, salí
a buscar ayuda y tuve la providencia de encontrar a mi padre llegando. La vaca
se está muriendo, gemí desesperada, qué vamos a hacer. Lo lógico, me contestó
tranquilo, llamar a una ambulancia para que la lleve al hospital.
Entonces
proseguí, llamé al número de la emergencia 800… y pedí una ambulancia, urgente,
para mi pobre vaca. Llegaron antes de que colgara el teléfono, gracias a dios.
La
subieron entre 6 a una camilla enorme, luego a la ambulancia, cerraron las
puertas traseras y se fueron, dejándome con el corazón en la mano y las
lágrimas en las pestañas.
Hace
poco llamé al hospital para saber cómo estaba y me dijeron que todavía no había
ingresado a pieza por falta de espacio para una vaca, que la tenían en su
camilla enorme en los pasillos, pero que supiera que la cuenta no me saldría
barata, pues necesitaba con urgencia un trasplante de radiador, cambio de correas, chapeado,
pintura y otros arreglos más.