Sucedió por la tarde que un sueño me
engulló.
Soñaba que tenía que irme, que se me hacía
tarde, pero ninguno de los tres relojes que de repente aparecieron en mi cuarto
me daba la hora correcta. De hecho, ninguno marcaba la misma hora. Uno decía
dos de la tarde, pero afuera era de noche, o estaba tan nublado que lo parecía.
Desperté por un segundo y vi la hora
correcta, pero la pesadez que agobiaba a mi cuerpo no me permitió siquiera
interpretar la posición de las manecillas de mi reloj. Sólo sabía, o creía
saber, que aún no era tiempo, así que me dejé llevar por mi cansancio.
Luego soñé que cuatro mujeres que jamás he
visto me acosaban, me perseguían, me tenían acorralada en un pequeño auto y yo,
no pudiendo huir, deseé más que todo despertar, pues ya me había dado cuenta de
que todo eso no era real. Tenía que recobrar la consciencia pronto,
a como dé lugar, pero mis ojos sencillamente no podían abrirse.
En un punto crítico de la pesadilla pude
abrir los ojos por un segundo, pero entonces, literalmente, el sueño me
absorbió y volví al mismo lugar y a la misma situación de la que creí haberme
escapado.
Desesperada por despertar, me esforcé por
volver en mí hasta que, finalmente, pude ver mi velador, mi cuarto y mi cama,
pero todo con un filtro empañado y lechoso. Mi cuerpo aún pesaba como piedra y
mi cansancio apenas me permitía moverme, pero pude sentarme, levantarme y
dirigirme hacia el pasillo, donde vi por una fracción de segundo a mi empleada,
quien subía por las gradas, antes de despertarme de verdad. En ese momento
volví a ver mi velador y a mí misma hecha un ovillo en mi cama, pero estaba muy
confundida, pues podía jurar que de verdad me había levantado. Incluso,
mientras caminaba hacia la puerta, creía que estaba siendo sonámbula, pero estaba
convencida de que mi cuerpo había recorrido mi cuarto.
No pasaron dos segundos de estar despierta
cuando el sueño me volvió a tragar, pero ya no volví junto a las terroríficas
chinas acosadoras, sino directamente a la escena de mi cuarto con el filtro
lechoso, la pesadez increíble, las ganas locas de despertar. Volví a levantarme
de mi cama y caminar hacia la puerta, pero esta vez, antes de llegar a ella,
sentí una presión granulada en mi brazo derecho, y cuando aproximé mi mano para
sentir qué pasaba, me di cuenta de que era la textura de mi cubrecamas e
inmediatamente volví a despertar, pero como un hecho secuenciado, me dormí al
instante.
La tercera vez me costó un poco menos
levantarme. Ya empezaba a entender que en realidad sólo soñaba y que mi cuerpo
seguía pegado a mi cama, entonces me concentré más en experimentar esa
sensación casi telepática entre mi brazo de ensueño y el cubrecamas de la
realidad. Esta vez, ya no sólo sentía el contacto con la cama, sino que, sin
mover mi brazo del sueño, sentía la fricción característica de cuando se frotan
cuerpo con tela, en especial con esta, tan rugosa.
Probablemente volví a despertar para volver
a dormirme de inmediato, pero ya no soñé nada, sino que me quedé en un negro
vacío hasta que sonó mi teléfono.
Y no lo sabía, pero cuando conté por
primera vez esta historia, la respuesta me reveló que me había
desdoblado.