martes, 11 de diciembre de 2012

Sueño de tarde


Sucedió por la tarde que un sueño me engulló.
Soñaba que tenía que irme, que se me hacía tarde, pero ninguno de los tres relojes que de repente aparecieron en mi cuarto me daba la hora correcta. De hecho, ninguno marcaba la misma hora. Uno decía dos de la tarde, pero afuera era de noche, o estaba tan nublado que lo parecía.
Desperté por un segundo y vi la hora correcta, pero la pesadez que agobiaba a mi cuerpo no me permitió siquiera interpretar la posición de las manecillas de mi reloj. Sólo sabía, o creía saber, que aún no era tiempo, así que me dejé llevar por mi cansancio.
Luego soñé que cuatro mujeres que jamás he visto me acosaban, me perseguían, me tenían acorralada en un pequeño auto y yo, no pudiendo huir, deseé más que todo despertar, pues ya me había dado cuenta de que todo eso no era real.  Tenía que recobrar la consciencia pronto, a como dé lugar, pero mis ojos sencillamente no podían abrirse.
En un punto crítico de la pesadilla pude abrir los ojos por un segundo, pero entonces, literalmente, el sueño me absorbió y volví al mismo lugar y a la misma situación de la que creí haberme escapado.
Desesperada por despertar, me esforcé por volver en mí hasta que, finalmente, pude ver mi velador, mi cuarto y mi cama, pero todo con un filtro empañado y lechoso. Mi cuerpo aún pesaba como piedra y mi cansancio apenas me permitía moverme, pero pude sentarme, levantarme y dirigirme hacia el pasillo, donde vi por una fracción de segundo a mi empleada, quien subía por las gradas, antes de despertarme de verdad. En ese momento volví a ver mi velador y a mí misma hecha un ovillo en mi cama, pero estaba muy confundida, pues podía jurar que de verdad me había levantado. Incluso, mientras caminaba hacia la puerta, creía que estaba siendo sonámbula, pero estaba convencida de que mi cuerpo había recorrido mi cuarto.
No pasaron dos segundos de estar despierta cuando el sueño me volvió a tragar, pero ya no volví junto a las terroríficas chinas acosadoras, sino directamente a la escena de mi cuarto con el filtro lechoso, la pesadez increíble, las ganas locas de despertar. Volví a levantarme de mi cama y caminar hacia la puerta, pero esta vez, antes de llegar a ella, sentí una presión granulada en mi brazo derecho, y cuando aproximé mi mano para sentir qué pasaba, me di cuenta de que era la textura de mi cubrecamas e inmediatamente volví a despertar, pero como un hecho secuenciado, me dormí al instante.
La tercera vez me costó un poco menos levantarme. Ya empezaba a entender que en realidad sólo soñaba y que mi cuerpo seguía pegado a mi cama, entonces me concentré más en experimentar esa sensación casi telepática entre mi brazo de ensueño y el cubrecamas de la realidad. Esta vez, ya no sólo sentía el contacto con la cama, sino que, sin mover mi brazo del sueño, sentía la fricción característica de cuando se frotan cuerpo con tela, en especial con esta, tan rugosa.
Probablemente volví a despertar para volver a dormirme de inmediato, pero ya no soñé nada, sino que me quedé en un negro vacío hasta que sonó mi teléfono.

Y no lo sabía, pero cuando conté por primera vez esta historia, la respuesta me reveló que me había desdoblado.