Me resiento porque a tu lado,
y sin ser tu culpa, he enterrado lo que soy y me he calzado una máscara de
nada, como una duda que camina o un vacío que ocupa espacio.
Soy aire sin personalidad,
invisibilidad que se siente. Me miro y no me entiendo. Te veo y me pierdo. Es
tan confuso como los ventarrones que vienen por derecha y te despeinan por
izquierda.
No sé a dónde fue lo que soy,
ni si estará encerrado en algún rincón. Pareciera que soy agua, que adopto la
forma de aquello que me contiene.
A veces también soy fuego y
quiero quemar las naves; pedirte que te vayas y no saber por qué. Soy fuego
que, abrumado por la hojarasca asfixiante, se enciende en destrucción y deja
solo cenizas.
Luego mis lágrimas aplacan el
fuego y soy tierra de nadie, estéril, inútil, puesta bajo tus pies solo para
ser pisada y sostenerte.
Quizás soy gente de cuatro
elementos y con estos torrentes de inspiración, descubro el quinto y me
encuentro.
Quizás soy letras, o las
letras son Dios, pues cuando acudo a ellas, respuestas llegan.