martes, 30 de abril de 2019

Adiós tardío


Al Gabo no le faltó vida. Muchos llegan a sus 87 años pensando en todo lo que hicieron y en lo que no hicieron, pero este hombre, que surcó guerras y pantanos, que voló en un avión con goteras y aterrizó con este en un puerto de tablas podridas, que andaba con 10 centavos y un manuscrito bajo el brazo por los cafés de Bogotá, este hombre que escribió tantas veces y con tantas palabras distintas "que me lleve el diablo"...



Este hombre, lo que no vivió, se lo contaron para que lo escriba.
Dios no permitió que el diablo se lo lleve, pero como no podía faltar la risa, el Gabo lo llamó un jueves santo para quitarle protagonismo a Jesús.




Mentiras de larga distancia


La línea 55, en su paso por la Beni, abandonando El Arenal. Iba en el penúltimo asiento individual, a la izquierda del micro, abstraída en la ventana. Detrás de mí, un hombre realizó una llamada con la cara bien pegada a la ventana cerrada para que nadie lo oyera.
-          ¡Mi amor! Mi amor, qué bien que me contestaste, por fin. No sabés cuánto me costó conseguir tu número.
Ay mi amor, cómo te extrañaba, te extraño mucho mi vida, me muero por verte.
Yo ahora estoy aquí, en Asunción de Paraguay, pero la próxima semana voy a estar por Santa Cruz para verte.
Sí amor, en dos semanas, que ahora estoy en Paraguay.
Te amo mi vida, te extraño. Cuando llegue te lo voy a hacer como nunca en tu vida un hombre te lo ha hecho.
Te amo mi vida, te extraño. Ponete una foto de perfil bonita, que todos te deseen. Que se vean tus piernas hermosas para que todos me tengan envidia. Eso mi vida. ¿Querés ponerte una foto conmigo? Lo que usted quiera mi amor.
La extraño, la veo la próxima semana. Adiós.     

Apoyo


El último asiento de la línea 110. A mi derecha, la ventana. A mi izquierda, tres amigos. El de en medio narraba con coloquial estilo:


-          Y así pues, entonces ella le dijo que ya no podían besarse porque era prohibido.
-          ¿Bah? ¿Cómo así?
-          Así pues, le dijo que cada vez que se besaban estaban pecando, entonces ya no.
-          No… nada que ver. ¿Y qué hizo?
-          La dejó pues, qué más va a hacer. Yo le dije “son huevadas Valeria, si tenés hembrita es para besarla”.
-          Por supuesto.