lunes, 11 de diciembre de 2017

Tareita de la U - Crítica de Cine - 4

Trabajo Práctico #4

Crítica Cinematográfica

“Blade Runner, una experiencia para la Pantalla Gigante”


Todo comenzó con un ojo claro, de pestañas albinas, que inundaba la enorme pantalla 2D del Multicine, en el Centro Comercial Las Brisas.

La película: Blade Runner 2049. La única función subtitulada disponible: 10 de la noche. El día: martes. Llegamos con unas dos horas de anticipación al centro comercial, lo que nos permitió escoger nuestras butacas en una sala de cine totalmente vacía. Grande fue nuestra sorpresa cuando, al ingresar a la sala, notamos que solo había una pareja más. Quizás por el día, por la hora, por el hecho de que la película estaba en su idioma original o por la misma saga de Blade Runner, poco popularizada en nuestro medio, estas cuatro personas tuvimos la suerte de disfrutar de la película en la silenciosa inmensidad de la sala.

Blade Runner 2049 es una película que debe ser vista en una buena sala de cine. Sus paisajes surreales, recorridos en autos voladores y toda la riqueza en innovación de este mundo futurista se saborean al más sublime detalle gracias no solo a la inmensidad de la pantalla, sino, sobre todo, a la narrativa pausada que permite al espectador zambullirse en cada toma y apreciar realmente lo que se le muestra.

El sonido es el elemento más poderoso de esta película: envolvente, dramático, tenaz. Más de una vez me sorprendí dando un saltito de susto sobre mi asiento por el fuerte contraste entre el silencio del suspenso y el inminente ruido de la acción. La banda sonora era cómplice fiel de la narrativa pausada, pues estiraba los momentos de tensión y reflexión del protagonista, al punto de lograr ponerme la piel de gallina mientras las respuestas acudían a la cabeza del personaje.

Sumado a la fotografía, Blade Runner goza de una fuerte belleza arquitectónica, tanto en las tomas totalmente construidas en computadora, como en los escenarios reales. La innovación y el diseño van de la mano en esta película para mostrarnos espacios futuristas como la nueva Los Ángeles, totalmente encapsulada en bloques y bloques de pantallas publicitarias, o las oficinas de Wallace Corporation, que gozan de verdadero preciosismo minimalista. En contraste, lugares de total decadencia como el basurero en el que se encuentra el orfanato o, en general, los exteriores de la ciudad: un mundo revelado como invivible.

Otro punto remarcable de Blade Runner es su iluminación, que juega un papel especialmente importante en las oficinas de Wallace, con una luz oscilante que se hace cómplice de la trama para ocultar y revelar. Una iluminación construida desde las sombras, puesta en función a las emociones del espectador, acentuando el contraste y la tensión.

En cuanto a trama, conviene haber visto la precuela y tener un conocimiento basto de la saga, ya que durante la película se abarcan muchos temas propios de este mundo de androides, así como se muestran muchos personajes y conflictos entrecruzados que para un espectador como yo, sin conocimiento previo, resultan muy confusos, pues no se da mayores explicaciones.

Blade Runner 2049 dura 163 minutos (casi 3 horas), lo que puede volverla pesada y aburrida, sobre todo por su estilo de narrativa lento y altamente reflexivo, con menos escenas de acción de las que podrían esperarse en esa duración de película. Pero para un amante del cine capaz de apreciar la belleza de la imagen y el sonido, más allá de la acción, es una obra de arte.

Puntuación: 4.5      

jueves, 7 de diciembre de 2017

Crítica de Cine - Tareita de la U - 3

Trabajo Práctico #3

Crítica Cinematográfica

Yvy Maraey: Cada cuadro, una pieza de arte


“Y tú, ¿de qué color ves el mundo?”, pregunta la niña guaraní. “Lo veo igual que tú”, responde el hombre blanco. “¿Y tú qué sabes cómo veo yo el mundo?”, responde ella. Yvy Maraey es la película sobre un hombre blanco que viaja al corazón del pueblo guaraní para encontrarse en sus diferencias y reconocerse ante el espejo del Kandiré (viaje de autoconocimiento a partir de la mirada y el oído del otro), extrapolando la concepción del mundo globalizado contra la visión guaraní de este gran tambo de estrellas.

Yvy Maraey es la historia de un cineasta que, motivado por la filmación de unos guaraníes salvajes en el Chaco Boreal, realizada en 1910 por un explorador sueco, se aventura hacia el sureste del país en compañía de un dirigente guaraní que lo guiará por el Chaco y le ayudará a investigar sobre el remoto pueblo guaraní. El viaje es realizado en un moderno y lujoso Jeep, representante del apego a lo material del hombre blanco, el cual servirá para mostrar el choque cultural entre ambas partes y a la vez, la identidad de cada uno.

Yvy Maraey es dirigida y protagonizada por Juan Carlos Valdivia, quien hizo un estupendo trabajo tanto en dirección como en actuación, recibiendo distintas premiaciones. Valdivia es un reconocido director de cine boliviano, autor de películas como Jonás y la Ballena Rosada, American Visa, Zona Sur, entre otras.

El tema tratado es ambiguo y complicado de descifrar, pero mirando con atención y haciendo una lectura reflexiva de la realidad del pueblo guaraní y las personas que viven actualmente en el Chaco Boreal, se puede considerar que Ivy Maraey trata sobre la conservación de una cultura aislada, tanto geográficamente como en población. El Chaco Boreal es una zona enorme de clima inclemente, escenario de la Guerra del Chaco, donde los soldados murieron de sed y no necesariamente por las balas. Actualmente existen distintas comunidades, pequeñas y muy alejadas unas de las otras, sin carreteras, que viven con sus tradiciones guaraníes prácticamente intactas. No salvajes en taparrabo, como esperaba ver Valdivia, pero sí gente muy humilde que vive con su propia cosmovisión, bajo sus propios códigos y reglas. Esta película trata de las diferencias entre este pueblo fascinante y nosotros, y de lo mucho que podemos aprender de ellos.

Con respecto al guion, creo que es algo flojo y le cuesta comunicar su mensaje. Es una película que tendría que ser vista varias veces para entender todo lo que el director trataba de comunicarnos, pero en sí, durante los minutos que dura el rodaje, no sucede mucha acción, sino que es más bien contemplativo y reflexivo.  El punto de la película no se entiende hasta el final, el mero final, y sospecho que el hecho de tener el apoyo del director ayudó a entenderla, cosa que quizás no hubiera logrado viéndola en el cine.

Los pocos actores que actúan, hacen una interpretación lo mejor posible, conociendo el estado de la actuación en Bolivia, que por alguna razón, flaquea mucho más que los aspectos técnicos e incluso de guion. Las actuaciones más rescatables son las de Valdivia y su coprotagonista, quienes hicieron su mejor actuación dentro de las comodidades de un guion poco exigente en dramaturgia. Así mismo los otros personajes, con pocos diálogos, apariciones fugaces y planos abiertos. Cabe rescatar que todos los extras no estaban actuando, sino que se hacían fiestas y ceremonias auténticas del pueblo guaraní, con las bebidas y toda la parafernalia, y se filmada a la gente haciendo algo real.

Lo más rescatable de la película es la fotografía y la música. En esta película, cada toma es una pieza de arte. Es una película altamente turística, pues la fotografía se luce mostrando la belleza e inmensidad del paisaje, el colorido de la cultura, la inclemencia del clima y toda esa atmósfera mágica en la que vive envuelto el pueblo guaraní. Hace uso de planos sostenidos y planos secuencia, movimientos de cámara envolventes y cuadros fijos que permiten admirar la belleza desde dentro de la imagen.

Como representante de cine boliviano resulta excelente porque realmente logra mostrar la belleza geográfica del lugar, la profundidad de la cosmovisión guaraní y la riqueza de su cultura, llena de arte rudimentario y poesía sabia.

En conclusión, Yvy Maraey es una película que merece ser vista con una mirada abierta y más allá que la del cine de entretenimiento. Es una película realista que muestra la vida del pueblo guaraní tal y como es, con un mínimo de actuación, donde se cumple el objetivo del director: dar a conocer la cultura guaraní y la belleza que trae consigo.


Puntuación: 4 de 5

lunes, 4 de diciembre de 2017

Vivir una noche de muchas noches

Reseña del libro Una Noche Más en Sociedad

De Leonardo Nicodemo Asturizaga


Infidelidad, alcohol, pobreza, engaño, oportunidades y faltas de, trabajos sucios y opacas luces de esperanza. De eso se trata Una Noche Más en Sociedad.

El libro de cuentos de Leonardo Nicodemo Asturizaga me hace pensar en esa frase que dice “Al final, la persona que fuiste se encontrará con la persona que pudiste haber sido”.

Es un mar de desilusiones donde se exploran los puntos más agrios del humano, como Dos Viejos Amigos, sacerdotes que ya en la tercera edad se pelean por una mujer infiel.  Aspiraciones de ser lo que uno nunca podrá, como Cuando No Fui Yo, el día más feliz de su vida, portando la identidad de otra persona; Un Clásico, el padre que se propone ser el mejor padre del mundo cuando ya es muy tarde porque solo le importan los culos enormes de todas las culonas, O Una Noche Más en Sociedad, cuento que le da nombre al libro y que retrata todo un esquema de crisis social en el junte de 4 chicos, uno de ellos siendo obligado a beber.

En la pobreza y la soledad se encuentran las historias más injustas, sobre todo al contrastarlas con la sombra del estatus social, como descubriendo lo que es Trabajar, o decidiendo Quién Limpia El Baño, donde los guantes de goma se reparten entre los de la base de la pirámide, mientras que las tetas van escalando de supervisor en gerente.

Por otro lado, vislumbramos atisbos de algún tipo de esperanza, para bien o para mal, como en La Tierra de las Oportunidades, que otra vez se trata de tetas, de una rubia y de tener la suerte de acceder a ella por un módico precio, o como ironías en las que no se sabe dónde queda la suerte, como con el Omega, que después de ser clase media, muy rico y luego muy pobre, murió derrotado por su propio enemigo.

Con este libro podemos hacer una pasada por debajo de las alfombras de la gente común de La Paz,  y de todas en general. Me mueven las exageradas diferencias de realidades personales y las extrañas similitudes que encuentro en la forma de sentir, como un eco que responde desde lo profundo de nuestra humanidad.

En lo que a letras concierne, creo que el autor podría animarse a ser un poco más coloquial, dado el estilo de su narrativa, pues se siente una escritura rígida que suele dar descripciones innecesarias.
Por otro lado, considero una pena que todos los protagonistas sean varones, dejando a las mujeres para esposas infieles o víctimas de infidelidad, novias de paso, posibles agarres que se quieren suicidar, chotitas que avanzan con el culo, putas, prostitutas y otras canciones de Sabina. La única que puedo considerar protagonista es Federica C., madre de Rufus, madre sufrida, por supuesto, como tienen que ser todas las madres que visitan estas páginas.


Agradezco, sin embargo, que haya llegado este libro a mis manos para mostrarme los portales de la cotidianidad a la que nos inmiscuye Leonardo Nicodemo, a quien felicito mucho por su obra.