Ayer escuchaste demasiadas porquerías que hoy
se repiten como un eco. No existen días mejores en el oscuro túnel que tenés
que recorrer. No hay tragaluces, antorchas ni salidas de escape. La negrura
está habitada por crueles ilusiones.
Y como ya no soportás las palabras que te
rompen la cabeza, ese coro de sandeces que interpreta la gente soberbia, te
sumergís en tu refugio de sábanas. Te acurrucás sobre tu costado izquierdo,
presionando tu descascarado corazón, y te cubrís hasta las orejas para luchar contra
el terror a que algo maligno te ataque por la espalda. Sabés que el edredón no
es el mejor escudo, pero tu enemigo es un miedo incorpóreo.
Ya te sentís segura. Asumiste que nada malo
sucede y las lucecillas de la calle iluminan lo suficiente la habitación, pero
las voces de tu cabeza siguen ahí, tormentosas. Son el espejo de las palabras
pronunciadas, día a día, por las mismas personas que destrozan tus oídos, y
mientras más cerca estás de cruzar el umbral del sueño, más nítidas y fuertes
suenan ellas.
Tu corazón bombea tan fuerte que lo sentís
omnipresente. Late tu estómago, marchan tus orejas y tamborilea tu cuerpo desde
la cabeza hasta la planta de los pies. Tu sangre danza una coreografía tropical
cuando lo único que querés es suspender la sesión. Stand by.
Ya casi llegás. Se adormece tu pulso, tu
conciencia y tu miedo al miedo. Estás a punto de llegar, pero entonces es la
casa quien comienza a hablarte: la madera cruje y los plásticos se dilatan con
un sonido explosivo que perturba tu triste tranquilidad.
Te rendiste. Echás a un lado las frazadas, el
terror patológico y la frenética necesidad de descansar. Dejás de oprimir tu
corazón con tu cuerpo y, como todas las noches a esta hora, te ponés a mirar el
techo, a naufragar en reminiscencias.
Sabés que solo estás en un túnel, que todo
esto va a acabar antes de lo esperado. Es un pasaje de transición y no podés
dejar huella en sus paredes pues quizás, por dañina curiosidad, podrías querer
volver comprobar su tu marca sigue allí,
y allí estará, condenada junto a vos a este camino insufrible.
Así que solo caminá, derecho, derecho, y si
la oscuridad te da miedo, cerrá los ojos, pues es mejor penumbra conocida que
penumbra por conocer.
Seguí así, solo un paso más, que ya casi
cruzas el umbral.