domingo, 24 de junio de 2012

Fin de temporada


Siento que de repente llegó el fin de la era, terminó la temporada de una forma casi aleatoria y es tiempo de colgar los guantes y volver al silencio reflexivo.
Otra vez debo ser caballo, no yegua. Un caballo blanco celoso del campo, como diría el buen león, uno que vea el amanecer postrero como una nueva y radiante oportunidad de crecer.
En estos días todo esta bien, el cielo más nublado desaparece cuando la cabeza de azabache del sol aparece detrás de mi reja y la lluvia crea mares plateados, pero sin embargo, las palabras faltan y las peras espesan las horas.
Volvió el tiempo de silencio, el de cruzar los dedos, cerrar la boca y abrir ojos y oídos para descubrir el mundo imparable que corre sin nuestro permiso. El billete de veinte ahora presenta a nuestro presidente, él también debería ser caballo por un momento, entonces habrá libertad.
Si todo marcha como cada silencio por el que he pasado, nada marchará, nunca me los he tomado enserio, pero si todo sale como yo quiero, lo próximo que escriba llegará despacio, como si cada palabra fuera una gota que se escapa del grifo de la cocina.
Llegó la hora de cerrar los ojos para ver el río de luz que corre por los valles del alma, ese que de mucho ser visto, nos puede dejar ciegos. Estas son las últimas palabras, cuyo único propósito es invitar a la sabiduría a entrar en mi morada.

Represas


Ese zumbido que produce el silencio en los oídos se amaina con el ambiguo silbido de una flauta de tacuara, y cuando esta calla, la reemplazan el pasar de los vehículos y el grito de los choferes que invitan a llenar sus transportes para partir hacia algún punto cardinal que abandone esta ciudad redonda.
La televisión manda señales claras que el cerebro omite hasta que se encuentra criticando y renegando contra lo que ve, pues entonces se da cuenta de que el cuerpo que lo carga está en la misma situación. Duda.
Duda aquella persona que cree estar haciendo lo correcto en un plano egoísta, sabe que lastima a otras personas como también sabe que nada podría hacerla tan feliz, conoció al que esperaba y no lo quiere dejar ir por ningún motivo. Sufren dos personas, una con mejores motivos que la otra, pero ellos son felices juntos, la televisión no tiene por qué meterse con sus mensajes moralistas.
Se aman, así lo dicen sus miradas, sus palabras empapadas de ternura, sus caricias con la punta de los dedos, pero cuando la distancia cae entre los dos, ¿se siguen amando tanto? Esa máquina de escribir nunca lo ha mencionado, la comunicación decae como si cada cual fuera un ermitaño que vuelve a su cueva y la vida continúa como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
Los aparatos, desde que encontraron la forma de hablar, expresan más que los humanos, y los objetos de la cotidianeidad, si se los ve con otros ojos, dan mejores consejos que aquellos mejores amigos cuyo tiempo no alcanza para ser mejores amigos.
Navegan sus ojos entre un montón de texturas, colores, años, sonidos… sabe que él no se dio el tiempo de escuchar y se da cuenta de que lo importante para ella, sólo para ella importa. No se puede cambiar. El hijo huérfano seguirá resguardado en la soledad de su amor y nadie más comprenderá lo que es prender una vela, cerrar los ojos y ver el futuro.
Empieza a atacar el acné por los rededores de su boca, quizás sea cierto que sucede porque se guarda lo que tiene que decir, pero simplemente no encuentra el sentido de tocar un tema delicado movida nada más por una paranoia.
Le gustaría comunicarse más con él a la distancia, que las palabras pisen más fuerte que las miradas, conocerlo sin interrupciones románticas, decirle todo lo que el fútbol, las películas y los besos no permiten.
Ahora esa máquina de escribir repiquetea como una metralleta, su campanilla estalla con la gracia de una bailarina y su contenido arruina la magia del momento, es el imbécil.

jueves, 21 de junio de 2012

Vamos a andar


Henos aquí a los renegados, los inconformes, los incansables justicieros, poniendo la cara una vez más por el futuro nuestro que se dejó en manos ajenas y negligentes. Henos aquí a los soñadores, los enamorados, los hijos de la trova que crecieron creyendo que una voz cantante sabe más que todas las maestras. Henos aquí a los juguetes a acuerda, muñequitos de trapo que cobraron vida para descubrir que hasta la tía más buena esconde sus secretos.
Venimos aquí los arrogantes y los humildes, los orgullosos que brotan pecho cual paloma en celo, los sumisos y los monos, todos con ganas de decir unas cuantas palabras a aquellos que nos han subestimado toda la vida.
Véannos, somos lechuga fresca, fruta recién caída del árbol, individuos que hace poco descubrieron que fuera del huevo llamado hogar hace mucho frío. Conózcannos, somos el nuevo mileno que nunca va a acabar, el resultado del renacimiento, la generación que navega más por internet que por sueños.
Si de hablar de todos nosotros se trata, somos, también, los conformistas, los cómodos, los incrédulos y a la vez miedosos, esos muñequitos de trapo, juguetitos a cuerda que decidieron nunca salir del anaquel.
Pero si hemos de hablar de los que realmente somos, los conformistas quedan fuera de toda consideración. Aquí se quedan los aguerridos, los que tienen una rabia creciente y desenfrenada, los que buscan más de una forma de expresarse y protestar.
Henos aquí a los creativos del nuevo siglo, los que encuentran tesoros caminando por la calle, los que hacen de una computadora, un cofre de preciadas muestras de sentimientos gigantes. Henos aquí a los artistas y a los aficionados, a los que analizan las pinturas y a los que las hacen, los que aman creando y los que aman admirando, henos aquí a los nuevos súper héroes.
Henos aquí a los oyentes de la nueva música protesta, la que se baila, la que mueve las cabezas, la misma que siempre renegó contra la injusticia y el gobierno traidor del pueblo que lo eligió. Aquí estamos los que se unen a la lucha, los que escogen sus propios líderes, los independientes que siembran campañas de concientización y protegen lo que es valioso.
Aquí estamos nosotros, agentes de cambio, a por una Bolivia mejor. 

Vamos a andar para llegar a la vida

viernes, 15 de junio de 2012

El año de pocas horas


Las horas están pasando espesas como helado derretido, escribo mucho sobre ellas, pero es lo primero que pienso desde que mi felicidad depende del pasar de miles de horas.
Algunos días, los molinos del tiempo, o molinos de papel, deciden tomar siestas fatídicas para los que no dejamos de ver las manecillas de nuestro reloj avanzar cada vez más lento, pero contrastando con esa desidia, hay días en los que pasan tantas cosas increíbles, que es como si un día abarcara todo un año de buscar y esperar esos tesoros de la cotidianeidad. Días como hoy.
Hoy pasé por esa esquina por la cual paso todos los días de mi vida, me di cuenta de que una sola noche le cambió por completo el valor en mi memoria y seguí andando por las aceras irregulares que me hicieron tropezar más de una vez. Aprendí que el edificio más feo del mundo esconde la fotografía prestidigitadora que desafía las leyes de la física con sus pruebas de mundo al revés, y hasta nos hace olvidar lo horrendo de su estructura. Encontré a un hombre que cargaba con una mochila de niña y arrastraba unos viejos zapatos de enfermero mientras tapizaba con su estela de irrealidad las calles con el sonido inverosímil de su armónica invisible. Descubrí que al perderse, se puede llegar justo a donde se quiere. Conocí los pasos para hacer una película de horror. Me topé con un hangar repleto de las antigüedades más incomprensibles, tesoros descontinuados de tiempos mejores, chatarra en calidad de colección y una lámpara que iba mucho más allá de los límites de la fealdad. Tropecé con la coreografía de una Morenada en medio de la plaza principal, la cual estaba siendo filmada por tremendo equipo de cámaras y grúa. Admiré los cuadros más hermosos que han atravesado mi retina en mucho tiempo. Vi el mundo en sepia y descubrí que bajo la noche de pocas estrellas, el blanco de tus ojos es tan oscuro como la madera de tu iris.
No sé cuantos aletazos dan los mosquitos por segundo, pero de seguro que son muchos y que sus vidas son muy cortas. Si los comparamos con nosotros, los humanos y nuestros inventos que le dan sentido al mundo, quizás un solo día sea un año para un mosquito, un año en el cual pueden pasar todas las maravillas que pasé hoy. Eso del relativismo también es un invento humano, lo correcto para unos es incorrecto para otros, la víctima cambia de nombre según la perspectiva y pretendemos balancear bueno contra malo como si de cifras exactas se trataran.
Fue un maravilloso viernes gracias a la maravillosa compañía del chico que prefiere flotar antes que volar.
Y luego apareció el Imbécil y la magia volvió a ser sapo.

domingo, 10 de junio de 2012

Truenos


Justo en la cola de la barbarie, cuando la Canción sangraba más que nunca por las heridas que le producían la abundancia y luminosidad del Polvo, las puertas del regalo se abrieron una a una, presentándole lo que serían su compromiso y Día del Niño.  
Gracias a su artículo del hogar y su característica inquietud por aplaudir, preguntole a la Faena dónde podría tomar palos de amasar, una mano que siempre le gustó pero que realizaría por primera vez. Ella le recomendó uno en la tecnología, al cual podrían escobillar juntas y en el cual estaba la Geometría, precio del Polvo y hasta entonces, una civilización y nada más.
Fuera gracias a eso o al inodoro que acusaron mediante la actitud aislada, su precio nació y creció, convirtiéndolos en líderes de las soledades y las barbaries dañinas. Pero como la Canción es una comilona incurable con el mal de asesinar a los aparatos más friolentos, empezó a dormir con empanadas y sombras en las poesías cada vez que la Geometría aparecía sentada a través de su futuro. Y a pesar de que no se pisaron mucho en el palo de amasar, la Canción empezó a llamar a la tecnología que con unas guitarras los emocionarían, intercambiaron dedos, tablas de picar carne y hasta tuvieron una hormiga en la eternidad de ella con pampa y árbol de ombú, una nota negrita.
Y la barbarie crecía y crecía dentro de ella. Volvía a dormirse como púber y se desmayaba cuando pasaba demasiado tiempo sin retroceder desde él, perdía el camino cuando lo pisaba al venir y los crímenes la carcomían antes de pedirlo, pero no todo en su bigote era color de rosas, el Polvo seguía asociado.
El Polvo estaba por la nariz desde que ella tuvo la leña para denunciarle de forma cambiante, y desde esa boca, abusaba y partía abusando a bocanadas para escribir y abusar la mañana siguiente. El sobrino era difícil y su pera espesaba las horas. La Canción no tenía santo qué quemar por el viejo gobierno, dormía con su barbarie que por él se había secado por completo, pero aun le arreaba y lo tenía verde, no quería huir de ninguna manera y hasta buscaba formas de robarle, pero lo único que él daba era lo único que ella no volvería a quemar: una nueva traición.
Por otro lado, el hecho de que la Geometría y el Polvo fueran precios le tenía sin zapallo, pues tal como le había quitado al Chimichurri, los inodoros de esta fuente no se limpian para nada, es mejor tener asados y barbaries descocidas, y de modo que la Geometría era su barbarie descocida, la ecuación estaba en equilibrio y ella no traería nada.
Las cosas se pusieron honorarias después de que su Faena le rompió la agenda con un coraje enano. Una estación, entre puntos verdes y cuadros azules, la Canción quitó a la Faena que se había asesinado con fuerza por la Geometría, reconociendo por completo que alguna vez hubo un baño entre ellos dos. La Faena pareció pegar un ojo con ello, pero pasados pocos premios, la Geometría le quitó a la Canción su Faena, quien le estaba quitando y guiando los triunfos pudientes que pasaron de traidores, que le daba redondos y que sabía que él también guió.
La altura y el honor atacaron a la Canción. Le rezó la artillería de su religión a todo el regalo, pero no fue hasta que le rezó a la Bendita, la campaña publicitaria, que deletreó que la Faena podría seguir manejando a la Geometría y ella no había considerado en absoluto sus aguas.
Entonces la sentó, y en efecto, aun le daba. La determinación siguiente fue la de quemar como Nabucodonosor y acostarlos a ser traidores para matar dos pájaros de un tiro: el de quemar un buen continente y el de conocerlo a la fuerza.
Lo siguiente fue parir al sobrino de la Geometría, cuya economía fue de ministerio, pero dudó y temió, no lo había reconocido cuando lo trajo con demasiado anuncio y ella lo trató como le dio la gana.
Entre todos estos honores andaba la Canción, criaturita del renacimiento florentino, cuando el Polvo le dio la noticia más campestre de su bigote: consiguió encomendarla como dulce de membrillo en el arca de la plancha del nuevo rincón de papel, retrato que duraría un entorno completo, trece identidades bucales aproximadamente.
Conforme pasaban las bocas de ese entorno de ensueño, la Faena se aseguró el mapa, las cosas con el Polvo se iban marcando a fuerza de martillo y la Geometría estaba cada vez más apegado a ella, saliendo, apellidándola y casándose de forma sádica mientras se humedecían los libros, entre estampillas de él y complejos boludos.
El perfil fue fauna y no hubo flora, tiempo que la Canción y la Geometría aprovecharon para desafiarse toda la boca, él cada vez más fiero. Gallinas fueron y gallinas vinieron, pero la Canción no podría reconocer nunca pollos como: “nadie escribe libros para analfabetos”, “el perfil bueno es igual al otro, que es malo”, “”, “llevo tu marca sobre el cuero”, “los estados se han unido porque esa es la ley primera” y países por el estilo.
Su esposo hizo muchísima fuerza y la flora sucedió con su poder de convocatoria en medio del garbanzo, lugar pegajoso pero muy venenoso. Lo más probable es que el Polvo haya quemado tripas y corazón para grabarse la exigencia de la Canción o la quemadura que pasó por gran parte de su boca, pegada a la Geometría, pero mientras tanto ella lo curó por buen bisabuelo con música, con él en el destino más mentiroso de la eternidad, y a pesar de que la Geometría la  apellidó hasta llegar a los niveles de la abundancia, luego la confundió con un “¿Cómo va a leer ese loro ahí dentro, sin luz?”, un “la Corona Británica está aliada a los Estados Unidos”, oscurecerla en una arruga de cien metros planos bajo la estación provocativa y engañarla durante el cuero para que no durmiera fuerte, sin olvidar, por supuesto, que liberó su cuello con ella para que se chismearan los problemas.
Y ahora la Canción deletrea, ¿es que acaso se manejan pero retroceden porque no advierten juntarse por huevos obvios? O es simplemente que él es tan verdoso como quitar abundancia y en realidad es así con todos sus precios …
Estos enigmas y más quedan por resolverse.

domingo, 3 de junio de 2012

Nombre pendiente, te lo dejo a vos


Tengo un zumbido en los tejidos del miocardio
Tengo puntos verdes, cuadros azules y un pequeño escenario
Están los hombres de globo orinando en la esquina
Mientras cabezas sin hombre se pudren en la vitrina

Y tu cuerpo, desposeído y solo
Toma conmigo café

Las vigas de esta casa están rellenas de pan
Y pronto el aguacero se la va a llevar
Naveguemos llorando en botes de escape
Que se acaba el mundo y nunca habrá un empate

No quiero comerme a esta ciudad de mierda
Sólo quiero que de otro sea su merienda
Porque mientras más sal rellena sus saleros
La miss universo se relame el cuero

Vos querés que mi planta adorne tu casa
Y que tus ronquidos alegren mis mañanas
Pero te pido con el alma y de pie
Que intentés ver lo que no se puede ver

Oh! En el rincón está la caja fuerte
Pero no hay para otro par de lentes
En cambio está escondida mi vida
Que con la tuya, ya no simpatiza

Sé que quisiera encontrarte bajo un paraguas rojo
Y de rojo embadurnarme con la savia del dolor
Y que mi dolor te sirva para no tener mas hambre
Porque mi mezquindad no quiere alimentarte.