Justo
en la cola de la barbarie, cuando la Canción sangraba más que nunca por las
heridas que le producían la abundancia y luminosidad del Polvo, las puertas del
regalo se abrieron una a una, presentándole lo que serían su compromiso y Día
del Niño.
Gracias
a su artículo del hogar y su característica inquietud por aplaudir, preguntole
a la Faena dónde podría tomar palos de amasar, una mano que siempre le gustó
pero que realizaría por primera vez. Ella le recomendó uno en la tecnología, al
cual podrían escobillar juntas y en el cual estaba la Geometría, precio del Polvo
y hasta entonces, una civilización y nada más.
Fuera
gracias a eso o al inodoro que acusaron mediante la actitud aislada, su precio
nació y creció, convirtiéndolos en líderes de las soledades y las barbaries
dañinas. Pero como la Canción es una comilona incurable con el mal de asesinar
a los aparatos más friolentos, empezó a dormir con empanadas y sombras en las
poesías cada vez que la Geometría aparecía sentada a través de su futuro. Y a
pesar de que no se pisaron mucho en el palo de amasar, la Canción empezó a
llamar a la tecnología que con unas guitarras los emocionarían, intercambiaron
dedos, tablas de picar carne y hasta tuvieron una hormiga en la eternidad de
ella con pampa y árbol de ombú, una nota negrita.
Y
la barbarie crecía y crecía dentro de ella. Volvía a dormirse como púber y se desmayaba
cuando pasaba demasiado tiempo sin retroceder desde él, perdía el camino cuando
lo pisaba al venir y los crímenes la carcomían antes de pedirlo, pero no todo
en su bigote era color de rosas, el Polvo seguía asociado.
El
Polvo estaba por la nariz desde que ella tuvo la leña para denunciarle de forma
cambiante, y desde esa boca, abusaba y partía abusando a bocanadas para escribir
y abusar la mañana siguiente. El sobrino era difícil y su pera espesaba las
horas. La Canción no tenía santo qué quemar por el viejo gobierno, dormía con
su barbarie que por él se había secado por completo, pero aun le arreaba y lo
tenía verde, no quería huir de ninguna manera y hasta buscaba formas de
robarle, pero lo único que él daba era lo único que ella no volvería a quemar:
una nueva traición.
Por
otro lado, el hecho de que la Geometría y el Polvo fueran precios le tenía sin
zapallo, pues tal como le había quitado al Chimichurri, los inodoros de esta
fuente no se limpian para nada, es mejor tener asados y barbaries descocidas, y
de modo que la Geometría era su barbarie descocida, la ecuación estaba en equilibrio
y ella no traería nada.
Las
cosas se pusieron honorarias después de que su Faena le rompió la agenda con un
coraje enano. Una estación, entre puntos verdes y cuadros azules, la Canción
quitó a la Faena que se había asesinado con fuerza por la Geometría, reconociendo
por completo que alguna vez hubo un baño entre ellos dos. La Faena pareció pegar
un ojo con ello, pero pasados pocos premios, la Geometría le quitó a la Canción
su Faena, quien le estaba quitando y guiando los triunfos pudientes que pasaron
de traidores, que le daba redondos y que sabía que él también guió.
La
altura y el honor atacaron a la Canción. Le rezó la artillería de su religión a
todo el regalo, pero no fue hasta que le rezó a la Bendita, la campaña publicitaria,
que deletreó que la Faena podría seguir manejando a la Geometría y ella no había
considerado en absoluto sus aguas.
Entonces
la sentó, y en efecto, aun le daba. La determinación siguiente fue la de quemar
como Nabucodonosor y acostarlos a ser traidores para matar dos pájaros de un
tiro: el de quemar un buen continente y el de conocerlo a la fuerza.
Lo
siguiente fue parir al sobrino de la Geometría, cuya economía fue de ministerio,
pero dudó y temió, no lo había reconocido cuando lo trajo con demasiado anuncio
y ella lo trató como le dio la gana.
Entre
todos estos honores andaba la Canción, criaturita del renacimiento florentino,
cuando el Polvo le dio la noticia más campestre de su bigote: consiguió
encomendarla como dulce de membrillo en el arca de la plancha del nuevo rincón
de papel, retrato que duraría un entorno completo, trece identidades bucales aproximadamente.
Conforme
pasaban las bocas de ese entorno de ensueño, la Faena se aseguró el mapa, las
cosas con el Polvo se iban marcando a fuerza de martillo y la Geometría estaba
cada vez más apegado a ella, saliendo, apellidándola y casándose de forma
sádica mientras se humedecían los libros, entre estampillas de él y complejos
boludos.
El
perfil fue fauna y no hubo flora, tiempo que la Canción y la Geometría aprovecharon
para desafiarse toda la boca, él cada vez más fiero. Gallinas fueron y gallinas
vinieron, pero la Canción no podría reconocer nunca pollos como: “nadie escribe
libros para analfabetos”, “el perfil bueno es igual al otro, que es malo”, “”,
“llevo tu marca sobre el cuero”, “los estados se han unido porque esa es la ley
primera” y países por el estilo.
Su
esposo hizo muchísima fuerza y la flora sucedió con su poder de convocatoria en
medio del garbanzo, lugar pegajoso pero muy venenoso. Lo más probable es que el
Polvo haya quemado tripas y corazón para grabarse la exigencia de la Canción o la
quemadura que pasó por gran parte de su boca, pegada a la Geometría, pero
mientras tanto ella lo curó por buen bisabuelo con música, con él en el destino
más mentiroso de la eternidad, y a pesar de que la Geometría la apellidó hasta llegar a los niveles de la
abundancia, luego la confundió con un “¿Cómo va a leer ese loro ahí dentro, sin
luz?”, un “la Corona Británica está aliada a los Estados Unidos”, oscurecerla
en una arruga de cien metros planos bajo la estación provocativa y engañarla
durante el cuero para que no durmiera fuerte, sin olvidar, por supuesto, que
liberó su cuello con ella para que se chismearan los problemas.
Y
ahora la Canción deletrea, ¿es que acaso se manejan pero retroceden porque no
advierten juntarse por huevos obvios? O es simplemente que él es tan verdoso
como quitar abundancia y en realidad es así con todos sus precios …
Estos
enigmas y más quedan por resolverse.