sábado, 26 de agosto de 2017

Crítica de Cine - Tareita de la U

Trabajo Práctico #1
Crítica Cinematográfica

T2: Trainspotting, la nostalgia al desnudo

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Crónica:
T2 es la secuela de la película de culto Trainspotting (1996), que narra en primera persona la vida de un adicto a la heroína en el punto de su vida en que decide dejarla y ser mejor.
Trainspotting termina con la imagen sonriente del protagonista, Renton, que se va caminando con 16 mil libras en una mochila que les robó a sus amigos, Spud, Sick Boy y Begbie, después de que vendieran una gran cantidad de heroína para conseguir el dinero.
Un gran final abierto que solo anuncia que Begbie terminaría en la cárcel y que Renton, quizás, finalmente, “escogería la vida”, como se iba recitando a sí mismo mientras caminaba hacia su futuro.

T2 inicia con escenas de Amsterdam, el ahora presente de Renton, 20 años más tarde. Vemos a Renton probando que, efectivamente, escogió la vida, pues se encuentra corriendo sobre una caminadora en un gimnasio, rodeado de muchas otras personas con seguro dental. De pronto, imágenes de su sonriente rostro adolescente se entremezclan con sus pasos en la caminadora y, quién diría que la nostalgia podía pegar tan fuerte, se termina desmayando.

Acto seguido, Renton se corta el pelo al estilo de la primera película y toma un avión para Edimburgo, donde lo espera todo su pasado y un cómodo cuarto de hotel, pues podrá ser su hometown, pero él ya no pertenece aquí.
De igual manera nos enteramos qué pasó con el resto de los personajes, siendo Spud el más entrañable, pues parece ser el único que en verdad se esforzó por seguir adelante con una miserable vida mínimamente buena, con una mujer y un hijo. Triste es enterarse de que perdió a la mujer, quien se llevó al hijo. Perdió el empleo por llegar una hora tarde durante quince años y, de esa manera, perdió todos sus sencillos propósitos de vida. Solo le quedaba el círculo de apoyo en la iglesia y la heroína, “la única amiga que no nos ha abandonado”.

Acto seguido, Spud compra dos dosis, escribe una carta póstuma y se dispone a inyectarse la sustancia. Al mismo tiempo, Renton llega a los pies del edificio de Spud, vaya uno a saber si nunca se cambió de casa o si Renton tiene poderes telepáticos para encontrar a sus amigos después de 20 años de ausencia.
Como en una buena película de Hollywood, de esas que ofenden al azar por su derroche de milagros, Renton llega al departamento  de Spud en el piso 13 y se le ocurre sacarle un pedazo de madera a la puerta para ver a su amigo en el piso con una bolsa plástica en la cabeza. Le salva la vida pues, obviamente, entre un mar de vómitos. Spud trata de golpearlo por arruinar su vida y su muerte, se lava la cara y se le pasan todas las ganas de suicidarse. Está más preocupado por saber qué fue de la vida de Renton y decirle que vayan a ver a Simon (actual Sickboy) porque eran demasiado amigos como para no verse.
Por su parte, Simon le está buscando a la vida por todos lados con su novia Verónica y su novia Cocaína. Básicamente es dueño de un bar al que no va nadie, pero le va mejor extorsionando a hombres adinerados con su novia, quien filma actos sexuales mientras ella les da por atrás con un dildo negro gigante. No me imagino cómo será que encuentran justo al tipo de gordo adinerado al que le gusta que le den por atrás, pero el negocio parece funcionar hasta que una de las víctimas descubre que está siendo filmado.
Begbie lleva todos esos 20 años en la cárcel y tiene un plan maestro para escapar. Le pide a su compañero de celda que le atraviese el abdomen con un fierro de tejer, lo llevan al hospital, lo dejan solo y sin esposas porque el azar es milagroso en esta película y escapa dándole un cabezazo a un doctor y poniéndose su uniforme de médico. Escapa así, con la herida abierta que le atravesó todo el abdomen. Se va a la casa de su esposa, sube por la ventana, todo. La herida le dura como un día porque nunca más se lo ve adolorido. Ahí, el pequeño Begbie se convierte en la pesadilla de su mujer e hijo, que ahora es todo un muchachote que creció en los tiernos brazos de su madre y no sabe cómo enfrentar al bruto personaje que entró por la ventana.
Como tenía que ser, Renton va en busca de Simon. Sucede una tremenda escena de pelea porque Renton va a jactarse con mentiras de tener una buena vida mientras Simon se victimiza con su no tan patética vida. Al final de la pelea, Renton le da las 4mil libras que le debía a Simon y se va, lo cual deja loco de ira al amigo, quien no deja de maquinar planes que le dice histérico a Verónica. Dice que va a volver a ser amiguísimo de Renton solo para herirlo después. No dice cómo pero se supone que intenta hacerle una herida en el corazón tan grande como la que él le dejo. Cualquier novela mexicana estaría orgullosa de su determinación.
Renton vuelve dos segundos a Amsterdam y luego reaparece en el departamento de Simon, maletas y todo, a confesar que su mujer le pidió el divorcio y que los hijos nunca existieron. Parece que ahora tiene el plan de ser buen amigo porque por un lado lleva a Spud a hacer ejercicio y le dice que “eres un adicto, solo se adicto a algo más”, y por el otro lado roba casas y tarjetas de crédito para hacer un prostíbulo en el que Verónica sería Madame Verónica, la proxeneta. Solo por tener algo que hacer, claro, actividades extracurriculares, tiempo de calidad.
La escena más estúpida de la película sucede cuando se roban un centenar de tarjetas de crédito en un pub de británicos de mediana edad, porque no los dejan ir sin antes cantar una canción. Pude haber visto esa escena en una película familiar con Robin Williams, pero aquí estaban los protagonistas de Trainspotting cantando “no más católicos” ante la ovación estrepitosa de un montón de gorditos protestantes. Y como el azar es milagroso en esta película, salieron en medio de ovaciones, corrieron a los cajeros automáticos y probaron la contraseña 1690 en todas las tarjetas, ya que era el año que les ardía a esos protestantes en la historia de Gran Bretaña. Funcionó, obviamente, y salieron forrados de libras esterlinas.
Acto seguido, compraron mucha cocaína y fueron a celebrar con shots al departamento de Simon, donde hablaron muchísimo de futbol y hasta jugaron futbolín porque nunca es tarde para ser un niño cuando tu mejor amigo de la vida vuelve.
Más rápido que de inmediato, la policía llamó a la puerta de Simon, pero solo se lo llevó a él, a pesar de que Renton y Verónica también estaban ahí. Simon llama a Renton y le dice “necesito un abogado”, y quién más iba a ser sino Diane, el amor de juventud de Renton, la niña menor de edad con la que no pudo tener más que cartas por miedo a problemas mayores. Ahora ella es abogada y parece que hace algo bueno por ellos porque Simon no va de inmediato a la cárcel. De hecho no va nunca a la cárcel, eso parece irrelevante.
Spud, siempre tratando de mejorar su vida, se mete a pasar clases de boxeo y luego remodela un lugar que convierte en su vivienda. Begbie acude al bar de Simon y hablan de que Renton volvió a la ciudad. Begbie se muere por matarlo, así que Simon se convierte en una especie de cómplice para que eso suceda, porque como antes había dicho, quería herirlo. De paso descubrimos que debajo del bar de Simon había una gran plantación de marihuana y varias heladeras llenas de viagra y todas drogas que usted pueda querer. Ese Simon estaba en todas.
Como paseo nostálgico, van al lugar al que alguna vez Tommy los quiso llevar a trotar, para dedicarle unas letras y poner flores debajo de una piedra. En esta escena, Simon le da la estocada mortal, cuando le dice “eres un turista en tu propio pasado”. Uno mismo se siente turista en un pasado ajeno que nos comprometió con la primera versión de esta historia.
Y tanto, tanto, tanto les picó la nostalgia, nuevamente, que Renton y Sickboy se inyectaron heroína, y señor, cuán diferente fue a cuando lo hacían sobre esa alfombra mugrosa, en ese departamento repulsivo donde dejaron morir a la bebé. Ahora están delante del televisor gigante de Simon, con algún video bizarro de youtube, esperando a que la juventud les suba y les sepa igual que en los viejos tiempos. No son más que un par de ancianos de 46 en su midlife crisis.
Se van a un boliche que arruina por completo el soundtrack de la película. Suena Radio Gaga de Queen. Recordemos que la escena de la primera Trainspotting en la que Renton va al boliche es fantástica por la música Trans. Porque la gente está cambiando, la música está cambiando. Ahora uno no se explica qué hacen aquí o si es que por casualidad se fueron a un boliche gay donde un mar de gente ovaciona a Radio Gaga.
En un momento Renton va al baño y porque el azar es milagroso en esta película, está en un cubículo justo al lado de Begbie, sin saberlo. Luego, por cosas de la vida, se enteran de que están lado a lado y comienza la larga persecución, con una escena en un estacionamiento subterráneo que es casi idéntica a la de 7 Cajas (película paraguaya). Ahora todo en la película gira en torno a que Begbie quiere matar a Renton. Verónica conoce a Spud y se hacen grandes amigos, en medio de todo este bodrio. Verónica le dice a Spud que debería ser escritor porque es muy gracioso cuando cuenta sus historias, así que Spud empieza a escribir. Prácticamente escribe Trainspotting, la novela, en sus papelitos amarillos que va colgando por todo su departamento.
Al final, Begbie está a punto de matar a Renton, vienen todos a salvarle la vida, meten a Begbie en la cajuela de un auto y lo dejan en la puerta de la cárcel, donde se quedará para siempre.
Verónica vuelve a su hogar, donde están su mamá y su hijo, a comenzar una vida como no prostituta, con suerte. Spud se hace escritor, ya lo habíamos dicho. Y Renton vuelve a vivir con su papá, a envolverse eternamente en su delicioso manto de nostalgia hasta que suceda algo mejor.
Contexto: La película está ubicada en el año 2017 y hace galas de su actualidad con la calidad del televisor gigante de Simon, los smartphones, las fotos en Instagram, los filtros de snapchat y tanta otra parafernalia que va a ser olvidada en una o dos décadas, tal como ellos.
Trainspotting, la primera, estaba ubicada en el auge de la heroína en el Reino Unido, en especial Escocia, por lo que no era nada raro que estos cuatro muchachos estuvieran involucrados en esta adicción, parte de la decadencia del contexto en el que se encontraban. En esta película, el contexto viene a importar nada. Es solo ahora, la era tecnológica, las reglas más estrictas y la policía más inteligente. A mi parecer, todas las referencias a la era digital y a las redes sociales eran innecesarias. Creo que es un recurso en extremo gastado que le quita elegancia al cine y solo devela que ya nadie, ni los directores de cine, pueden sacar su cabeza del celular.
Análisis: La película habla desde los símbolos, pero de manera precaria, casi como un ejercicio universitario en el que era obligatorio contar una historia haciendo uso de la semiótica. De ahí viene que Spud viviera en el piso 13. Solo una escena es rescatable en cuanto a la significación de la imagen, pero no es gran cosa:

La sombra de Renton sobre la silla, indicando la ausencia de la mamá. En la primera Trainspotting había una escena idéntica. Ahora solo nos recuerda la vuelta al inicio, pero con pérdidas.
La crítica de cinefagos.es hace énfasis en que no hay nada por lo que valga la pena ver la película. Yo la vi porque me gustó mucho la primera y tenía la necesidad de saber qué había sucedido con todos ellos. Me alegré por la historia de Spud, porque es la única que me parece coherente a los hechos. La vida de Simon es una fantasía sin sentido, la vida de Renton es inexistente fuera del manto de su nostalgia y la vida de Begbie fuera de la cárcel es un imposible. Entonces, ¿por qué verla? Y más aún ¿por qué disfruté verla dos veces? Aunque es obvio que la película tiene muchos errores en el argumento y no presenta nada deslumbrante en fotografía o soundtrack, juega con algo que el humano no puede evitar desear: volver al lugar donde uno ha sido feliz. De eso se trata. Pasaron 20 años, sus vidas están arruinadas, pero por dos horas de película, vuelven al lugar donde han sido felices y uno vuelve con ellos, para ser también feliz.
Al final de la película, la reflexión que nos queda es que al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver. Nada era como se lo esperaban, hubieron terribles decepciones y nadie quedó bien parado, solo Spud, gracias a dios, que era lo que todos estábamos esperando.
Valoración: (Sobre 5)
Argumento: 2. Hay cosas tontas, sueltas, sin sentido. Hay partes graciosas y los diálogos se mantienen inteligentes, con el humor negro que les caracterizaba, pero se siente que el guion está flojo y que hay muchas partes de relleno, como la aparición innecesaria de Diane o el pseudo romance que Verónica mantenía con Renton. Por otro lado, es extraño pasársela comparando una película con la otra, siendo que cada película debería tener su propia fuerza, a pesar de ser secuelas, pero no. Trainspotting 2 es como una calca de su primera versión, como encuentre las 7 diferencias, y solo lleva a buscar errores y justificativos de por qué la primera era mejor y por último, era preferible que no hagan la segunda.
Fotografía: 2. Fuera por la escena en la que Renton va con Spud a trotar sobre las montañas escocesas, no tiene nada impresionante ni bello en fotografía.
Soundtrack: 3. Comienza con canciones excelentes, pero lo de Radio Gaga fue un desacierto imperdonable. Además de otras cancioncillas ruidosas que se cuelan en la película por el mal gusto de Simon para buscar videos en youtube.
Dirección: 3. Hay un juego de símbolos en las escenas y hay cosas bonitas como cuando Spud está cayendo del edificio y Simon lo atrapa, pero le falta atar cabos. Y el hecho de que Renton ya no sea el narrador omnipresente de la película también le resta mucho, porque era gran parte de la gracia de la anterior versión.
Puntuación: 2.5
En cuanto a la crítica de cinefagos.es, me pareció bastante dura, diciendo que era una película pésima que provocaba que los espectadores se salieran de la sala a los 20 minutos. No la puedo satanizar como una mala película porque la disfruté, con sus faltas y todo, pero acierta mucho en sus críticas objetivas, sobre todo con el hecho de que “ya no molan”. Es lo triste de querer volver a ser joven a los 46. Los personajes quedaron expuestos como seres patéticos, ya no como los héroes yonquis que quedaron en nuestra memoria por la película de 1996, sino como modelos actuales de un presente mucho menos encantador.

Fuente: http://www.cinefagos.es/t2-trainspotting-la-nostalgia-al-desnudo/

sábado, 19 de agosto de 2017

El pobre docente y el peor semestre

Pobre docente, le tocó dar Crítica de Cine al peor semestre de la historia de los semestres. El hombre tiene que hablar a gritos, haciendo énfasis en la progresiva muerte del cine a manos de la industria y la falta de cultura cinematográfica del público, sobre la gruesa cama de murmullos de quienes lo ignoran.
Un par de chicos se pone a ver un video con el sonido activado mientras el docente, con todo el arte de su verba, intenta explicar la diferencia entre cine digital y químico. A su vez, procesiones marchan para afuera, desinteresadas de su perorata tecnológica.
El docente usa la vieja excusa del “estoy resfriado, no puedo hablar muy fuerte” para pedir silencio, pero no lo pide en realidad, solo deja la afirmación al aire como un vestigio de que intentó hacer algo en contra de la marejada de bulla.
Una falsa rubia se ríe con chillidos. Es un abanico de risas. Pobre docente. Los agudos de las chicas se mezclan con los graves de los chicos, retumbando en los ángulos del salón para provocar una avalancha sonora que arrolle al docente una y otra vez, como lo hace el mar con un niño que va por primera vez a él.
El docente anuncia que pondrá una escena de El Bueno, El Malo y El Feo, y todos corean “oooh…” como  “¿por qué mejor no pone una de Shreck?”. Y les aburrió la escena. Ahora habla del jazz y de cómo los genios del jazz improvisan para impulsar al jazz (improvisación de jazz), no así, la improvisación perjudicial.
De alguna manera, todo lo que está diciendo es tan aburrido y rebuscado que ha logrado aplacar la bulla de la multitud. Se aburrió hasta el sonido. Sueños colectivos, problemas de la cultura social, súper marketing bombardeador, bagajes de cine y otros disfrutes, divaga el docente.

La clase viene con jueguito, qué ingenioso el docente. Adivina el nombre de la película viendo la escena. Está difícil. Es para gente que mira los Óscares.  Paso en esa categoría #películas2016. Ahora es un griterío, como el jueguito de la silla. Un solo griterío. No están tan mal en cultura cinematográfica, porque aciertan películas que yo ni idea. De pronto la cosa se pone fácil y salen películas como Harry Potter, El Señor de los Anillos y el Rey León. Gritan como en la piñata, o mejor dicho, como cuando suena el timbre de salida en el colegio, o como cuando no solo es el timbre de salida, sino que además es el último día de clases y estás en segundo básico. Así gritan.
No lo aguanto más, me voy sin descubrir en qué termina esta reñida pelea por Adivina la Película viendo La Escena. ¿Ganarás tus puntos extras? Descúbrelo hoy, solo en Comunicación Audiovisual

viernes, 18 de agosto de 2017

Éramos Tan Felices, de Mattias Tello (reseña)

Éramos tan felices, murmuraba don Alejo, dando vueltas y vueltas. Lo conocí doce páginas atrás, cuando era solo un niño con los zapatos sin lustrar que se preguntaba qué había detrás de la máscara de soldar. Vería a su padre y sus tíos aplicar calor al hierro hasta que este brillase de una manera tan hermosa como sus brazos, quince páginas después, despedazándose seniles sobre la arena de la costa.
Éramos Tan Felices, de Mattias Tello, es la historia de Alejo, de niño a ceniza; de las generaciones que le precedieron en el taller de soldado hasta las generaciones que le sucederían, también tras la máscara de soldar, permitiendo a la vida fundir grietas en sus rostros.
Y solo dura diecinueve páginas. Nueve poemas que son el alma de este viejo con nietos, dueño de un mundo que no quiere conocer. Lo leí una noche, lo volví a leer y lo leería diecinueve veces más. Conocí a Alejo en la brevedad de estas poesías y su vida entera acabó por desgranarse como azúcar entre mis manos, como arena o nieve. 
Mattias Tello nos presenta a un personaje tan querido y profundo que no puedo más que imaginarme reales las pasiones de don Alejo. Y causa un escalofrío verlo ahí, retratado tan simple, sosteniendo la última villa de su cigarrillo en la tapa del libro. Hasta parece que va a hablar y contarme de las mujeres que vio pasar y los malos chistes en la cuneta. Y resulta que la vida de don Alejo culmina cuando se cumple su deseo de morir ahogado en el mar, sepa él, o no, que se trata de un mar de neumáticos.
Solo queda un consuelo, un último testamento: el nieto prodigioso que recuerda ser dueño de un mundo que sí quiere conocer, y conoce la nieve y los bosques; conoce el canto de la cigarra, que no es más que el sonido del metal fundiéndose. Todo esto en diecinueve páginas.

Felicito por esta hermosa obra a Mattias, quien logró darle vida a un libro y, en ese libro, a vidas de vidas más. Merece ser leído diecinueve veces y cuantas más le plazcan.