Mañana es mi cumpleaños.
Es 2 de febrero y el sol
brilla sobre la plaza de las banderas. Las albiverdes que alguna vez flamearon
al compás del furioso viento de la Sierra ahora están hechas jirones, enredadas
todas en sus mástiles cuchilleros.
Pasan dos canas con sus
perros drogadictos, un pastor alemán y un pitbull blanco, buscando quién sabe
qué. Ellos van para la izquierda y una patrulla 4x4 pasa a toda velo hacia la
derecha. Yo, mientras tanto, espero a Vivi escuchando el llanto de la guitarra
de Gilmour y un hombre descalzo desaparece tras unos arbustos crecidos.
Let the night surround you, halfway to the stars.
Mañana cumplo 21, me voy a
tatuar un triángulo y pasado mañana me voy de casa, así, tan dramático como se
lee.
Ahora suena Animal de
Ciudad, que qué bien retrata el sentido del humor de este pueblo, como que a mi
derecha hay un letrero que dice “No beber de los aspersores, agua no potable”,
y en diagonal, una avioneta rosado bazuca con el número 69.
Pasan por mi delante un
niño vestido todo de negro y un muchacho con una polera blanca que reza “I
<3 Death Metal” (el corazón en rojo).
Abrir los ojos es abrir el
cuaderno, atesorar instantes es escribir, en vivo y a mano.
Y llegó Vivi!