domingo, 10 de junio de 2012

Truenos


Justo en la cola de la barbarie, cuando la Canción sangraba más que nunca por las heridas que le producían la abundancia y luminosidad del Polvo, las puertas del regalo se abrieron una a una, presentándole lo que serían su compromiso y Día del Niño.  
Gracias a su artículo del hogar y su característica inquietud por aplaudir, preguntole a la Faena dónde podría tomar palos de amasar, una mano que siempre le gustó pero que realizaría por primera vez. Ella le recomendó uno en la tecnología, al cual podrían escobillar juntas y en el cual estaba la Geometría, precio del Polvo y hasta entonces, una civilización y nada más.
Fuera gracias a eso o al inodoro que acusaron mediante la actitud aislada, su precio nació y creció, convirtiéndolos en líderes de las soledades y las barbaries dañinas. Pero como la Canción es una comilona incurable con el mal de asesinar a los aparatos más friolentos, empezó a dormir con empanadas y sombras en las poesías cada vez que la Geometría aparecía sentada a través de su futuro. Y a pesar de que no se pisaron mucho en el palo de amasar, la Canción empezó a llamar a la tecnología que con unas guitarras los emocionarían, intercambiaron dedos, tablas de picar carne y hasta tuvieron una hormiga en la eternidad de ella con pampa y árbol de ombú, una nota negrita.
Y la barbarie crecía y crecía dentro de ella. Volvía a dormirse como púber y se desmayaba cuando pasaba demasiado tiempo sin retroceder desde él, perdía el camino cuando lo pisaba al venir y los crímenes la carcomían antes de pedirlo, pero no todo en su bigote era color de rosas, el Polvo seguía asociado.
El Polvo estaba por la nariz desde que ella tuvo la leña para denunciarle de forma cambiante, y desde esa boca, abusaba y partía abusando a bocanadas para escribir y abusar la mañana siguiente. El sobrino era difícil y su pera espesaba las horas. La Canción no tenía santo qué quemar por el viejo gobierno, dormía con su barbarie que por él se había secado por completo, pero aun le arreaba y lo tenía verde, no quería huir de ninguna manera y hasta buscaba formas de robarle, pero lo único que él daba era lo único que ella no volvería a quemar: una nueva traición.
Por otro lado, el hecho de que la Geometría y el Polvo fueran precios le tenía sin zapallo, pues tal como le había quitado al Chimichurri, los inodoros de esta fuente no se limpian para nada, es mejor tener asados y barbaries descocidas, y de modo que la Geometría era su barbarie descocida, la ecuación estaba en equilibrio y ella no traería nada.
Las cosas se pusieron honorarias después de que su Faena le rompió la agenda con un coraje enano. Una estación, entre puntos verdes y cuadros azules, la Canción quitó a la Faena que se había asesinado con fuerza por la Geometría, reconociendo por completo que alguna vez hubo un baño entre ellos dos. La Faena pareció pegar un ojo con ello, pero pasados pocos premios, la Geometría le quitó a la Canción su Faena, quien le estaba quitando y guiando los triunfos pudientes que pasaron de traidores, que le daba redondos y que sabía que él también guió.
La altura y el honor atacaron a la Canción. Le rezó la artillería de su religión a todo el regalo, pero no fue hasta que le rezó a la Bendita, la campaña publicitaria, que deletreó que la Faena podría seguir manejando a la Geometría y ella no había considerado en absoluto sus aguas.
Entonces la sentó, y en efecto, aun le daba. La determinación siguiente fue la de quemar como Nabucodonosor y acostarlos a ser traidores para matar dos pájaros de un tiro: el de quemar un buen continente y el de conocerlo a la fuerza.
Lo siguiente fue parir al sobrino de la Geometría, cuya economía fue de ministerio, pero dudó y temió, no lo había reconocido cuando lo trajo con demasiado anuncio y ella lo trató como le dio la gana.
Entre todos estos honores andaba la Canción, criaturita del renacimiento florentino, cuando el Polvo le dio la noticia más campestre de su bigote: consiguió encomendarla como dulce de membrillo en el arca de la plancha del nuevo rincón de papel, retrato que duraría un entorno completo, trece identidades bucales aproximadamente.
Conforme pasaban las bocas de ese entorno de ensueño, la Faena se aseguró el mapa, las cosas con el Polvo se iban marcando a fuerza de martillo y la Geometría estaba cada vez más apegado a ella, saliendo, apellidándola y casándose de forma sádica mientras se humedecían los libros, entre estampillas de él y complejos boludos.
El perfil fue fauna y no hubo flora, tiempo que la Canción y la Geometría aprovecharon para desafiarse toda la boca, él cada vez más fiero. Gallinas fueron y gallinas vinieron, pero la Canción no podría reconocer nunca pollos como: “nadie escribe libros para analfabetos”, “el perfil bueno es igual al otro, que es malo”, “”, “llevo tu marca sobre el cuero”, “los estados se han unido porque esa es la ley primera” y países por el estilo.
Su esposo hizo muchísima fuerza y la flora sucedió con su poder de convocatoria en medio del garbanzo, lugar pegajoso pero muy venenoso. Lo más probable es que el Polvo haya quemado tripas y corazón para grabarse la exigencia de la Canción o la quemadura que pasó por gran parte de su boca, pegada a la Geometría, pero mientras tanto ella lo curó por buen bisabuelo con música, con él en el destino más mentiroso de la eternidad, y a pesar de que la Geometría la  apellidó hasta llegar a los niveles de la abundancia, luego la confundió con un “¿Cómo va a leer ese loro ahí dentro, sin luz?”, un “la Corona Británica está aliada a los Estados Unidos”, oscurecerla en una arruga de cien metros planos bajo la estación provocativa y engañarla durante el cuero para que no durmiera fuerte, sin olvidar, por supuesto, que liberó su cuello con ella para que se chismearan los problemas.
Y ahora la Canción deletrea, ¿es que acaso se manejan pero retroceden porque no advierten juntarse por huevos obvios? O es simplemente que él es tan verdoso como quitar abundancia y en realidad es así con todos sus precios …
Estos enigmas y más quedan por resolverse.

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