viernes, 15 de junio de 2012

El año de pocas horas


Las horas están pasando espesas como helado derretido, escribo mucho sobre ellas, pero es lo primero que pienso desde que mi felicidad depende del pasar de miles de horas.
Algunos días, los molinos del tiempo, o molinos de papel, deciden tomar siestas fatídicas para los que no dejamos de ver las manecillas de nuestro reloj avanzar cada vez más lento, pero contrastando con esa desidia, hay días en los que pasan tantas cosas increíbles, que es como si un día abarcara todo un año de buscar y esperar esos tesoros de la cotidianeidad. Días como hoy.
Hoy pasé por esa esquina por la cual paso todos los días de mi vida, me di cuenta de que una sola noche le cambió por completo el valor en mi memoria y seguí andando por las aceras irregulares que me hicieron tropezar más de una vez. Aprendí que el edificio más feo del mundo esconde la fotografía prestidigitadora que desafía las leyes de la física con sus pruebas de mundo al revés, y hasta nos hace olvidar lo horrendo de su estructura. Encontré a un hombre que cargaba con una mochila de niña y arrastraba unos viejos zapatos de enfermero mientras tapizaba con su estela de irrealidad las calles con el sonido inverosímil de su armónica invisible. Descubrí que al perderse, se puede llegar justo a donde se quiere. Conocí los pasos para hacer una película de horror. Me topé con un hangar repleto de las antigüedades más incomprensibles, tesoros descontinuados de tiempos mejores, chatarra en calidad de colección y una lámpara que iba mucho más allá de los límites de la fealdad. Tropecé con la coreografía de una Morenada en medio de la plaza principal, la cual estaba siendo filmada por tremendo equipo de cámaras y grúa. Admiré los cuadros más hermosos que han atravesado mi retina en mucho tiempo. Vi el mundo en sepia y descubrí que bajo la noche de pocas estrellas, el blanco de tus ojos es tan oscuro como la madera de tu iris.
No sé cuantos aletazos dan los mosquitos por segundo, pero de seguro que son muchos y que sus vidas son muy cortas. Si los comparamos con nosotros, los humanos y nuestros inventos que le dan sentido al mundo, quizás un solo día sea un año para un mosquito, un año en el cual pueden pasar todas las maravillas que pasé hoy. Eso del relativismo también es un invento humano, lo correcto para unos es incorrecto para otros, la víctima cambia de nombre según la perspectiva y pretendemos balancear bueno contra malo como si de cifras exactas se trataran.
Fue un maravilloso viernes gracias a la maravillosa compañía del chico que prefiere flotar antes que volar.
Y luego apareció el Imbécil y la magia volvió a ser sapo.

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