Las horas están
pasando espesas como helado derretido, escribo mucho sobre ellas, pero es lo
primero que pienso desde que mi felicidad depende del pasar de miles de horas.
Algunos días, los
molinos del tiempo, o molinos de papel, deciden tomar siestas fatídicas para
los que no dejamos de ver las manecillas de nuestro reloj avanzar cada vez más
lento, pero contrastando con esa desidia, hay días en los que pasan tantas
cosas increíbles, que es como si un día abarcara todo un año de buscar y
esperar esos tesoros de la cotidianeidad. Días como hoy.
Hoy pasé por esa
esquina por la cual paso todos los días de mi vida, me di cuenta de que una
sola noche le cambió por completo el valor en mi memoria y seguí andando por
las aceras irregulares que me hicieron tropezar más de una vez. Aprendí que el
edificio más feo del mundo esconde la fotografía prestidigitadora que desafía
las leyes de la física con sus pruebas de mundo al revés, y hasta nos hace
olvidar lo horrendo de su estructura. Encontré a un hombre que cargaba con una
mochila de niña y arrastraba unos viejos zapatos de enfermero mientras tapizaba
con su estela de irrealidad las calles con el sonido inverosímil de su armónica
invisible. Descubrí que al perderse, se puede llegar justo a donde se quiere.
Conocí los pasos para hacer una película de horror. Me topé con un hangar
repleto de las antigüedades más incomprensibles, tesoros descontinuados de
tiempos mejores, chatarra en calidad de colección y una lámpara que iba mucho
más allá de los límites de la fealdad. Tropecé con la coreografía de una
Morenada en medio de la plaza principal, la cual estaba siendo filmada por
tremendo equipo de cámaras y grúa. Admiré los cuadros más hermosos que han
atravesado mi retina en mucho tiempo. Vi el mundo en sepia y descubrí que bajo
la noche de pocas estrellas, el blanco de tus ojos es tan oscuro como la madera
de tu iris.
No sé cuantos aletazos
dan los mosquitos por segundo, pero de seguro que son muchos y que sus vidas
son muy cortas. Si los comparamos con nosotros, los humanos y nuestros inventos
que le dan sentido al mundo, quizás un solo día sea un año para un mosquito, un
año en el cual pueden pasar todas las maravillas que pasé hoy. Eso del
relativismo también es un invento humano, lo correcto para unos es incorrecto
para otros, la víctima cambia de nombre según la perspectiva y pretendemos
balancear bueno contra malo como si de cifras exactas se trataran.
Fue un maravilloso
viernes gracias a la maravillosa compañía del chico que prefiere flotar antes
que volar.
Y luego apareció el
Imbécil y la magia volvió a ser sapo.
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