El carnaval se acerca y todos los
cruceños, bolivianos y latinos de los países en que se celebra esta colorida e
ilustre fiesta ya empiezan a sentir los aires de serpentina, espuma y abundante
alcohol que traen estas fechas, y cómo no sentirlo si durante todo enero las ‘precas’
se han adueñado del centro de Santa Cruz y de avenidas importantes como la
Monseñor Rivero.
Cómo no sentir el carnaval a dos
semanas de su llegada si cada sábado los infortunados moradores del Casco Viejo
tienen que pelear con los policías que les bloquean el paso, el tráfico se
intensifica a la enésima potencia por la cantidad de calles cerradas y la
basura abunda de forma vergonzosa en la mismísima Plaza 24 de Septiembre.
Cada fin de semana las tiendas de
ropa, librerías y restaurantes del centro se ven afectados por el bloqueo de las calles, que obligando a los
posibles consumidores a caminar un par de cuadras, les hacen cambiar de opinión
antes de poner un pie en el enlosetado, sin mencionar los enormes camiones
cargados de equipos de sonido, repartidos tres en cada cuadra y cada uno con
una canción diferente, tronando como si nadie viviera a cuatro cuadras a la redonda
de la Plaza Principal.
Y es que realmente el carnaval es
la fiesta grande de los cruceños, el evento más importante del año, ese en que
la gente invierte miles de dólares y que es prioridad para las autoridades, las
cuales le dedican un noventa por ciento del presupuesto anual del Gobierno
Municipal y prefieren estropear el tráfico, permitir la destrucción deliberada
del Casco Viejo y perjudicar a una buena cantidad de personas antes de negarle
el espacio al carnaval.
Yo no tengo nada en contra de las
borracheras exageradas, de la tinta de todos colores ensuciando paredes
coloniales, de los crímenes impunes y abundantes, incluso nada contra las
muertes fortuitas que inevitablemente deja este importantísimo evento, pero si
el carnaval fuera sólo una fiesta de cuatro días, y no de cada fin de semana
durante más de un mes y con planificación de más de tres meses, no habría
ningún problema.
Esto no se trata de dar discursos
moralistas ni de decirle a la gente que modere sus instintos, sabido es que muchos
cuelgan el sombrero de la conciencia y no lo recoge hasta media semana después,
así lo quieren, eso les gusta y no tiene nada de malo. Se trata de darle su merecido
lugar a cada cosa, a cada campo de la vida.
Hay cosas mucho más importantes
que el carnaval y las autoridades deberían tomarlo en cuenta antes de contribuir
con el desorden público, y es que a ellos no les podemos permitir que pierdan
la conciencia ni que cierren los ojos ante los estragos que deja esta fiesta
grande. El pueblo los escogió para que respondan por nosotros y con repartir
condones no basta.
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