viernes, 28 de septiembre de 2012

El color del instinto


Un haz de luz se dibuja en el espacio atravesando la monotonía de los sinsentidos de las ocho de la mañana. Si de este espesor de horas nacieran muchos más textos, muchas más palabras, la colección se llamaría Fotografía.
El docente es un mago: tiene la increíble habilidad de tomar el tiempo, filtrarlo por sus maravillosos lentes de 75mm. y difractarlo cual si fuera la luz que da pelea a la tecnología que hasta ahora no ha comprendido la distancia anatómica entre los ojos, espacio en que, sin nosotros notarlo, se nublan las esencias y se desenfocan los centros perfectos de los cuales puede partir cualquier radio.
Estoy divagando durísimo.
Me ha nacido un rechazo singular contra el color rosado, casi una fobia. Por muchos años se destinó este color, mezcla del rojo sangre con el blanco limpieza, a la sexualidad femenina, y es recién en estos últimos tiempos de mentes abiertas y vanguardias que los hombres se han aventurado a vestir prendas de este particular tono.
No lo sabía, pero creo que, nuevamente, la razón de esta destinación reside en el instinto mezclado con la biología. Resultó ser que ese rosadito chicle, Barbie, señorita, pastel, niña buena, no es otro más que el mero color del útero.
No creo que se haya descubierto antes de plantear los parámetros de preferencias de color. Instinto nomás debe ser.

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