Ying-yang.
Un gato blanco y un gato negro se miran frente a frente, inmóviles. La luna
menguante se refleja en sus ojos de agua viva y el alumbrado público de alguna
calle perdida tiñe de atardeceres sus pelajes. Parece cierto que de noche todos
los gatos son pardos, o al menos eso pensará quien los vea de lejos al salir
con la bolsa de la basura, pero estos gatos son blanco y negro, como el ying y
el yang. Dos partes de un todo en equilibrio, perfecto como un círculo,
luminoso como un triángulo, sinuoso como las colas de estos gatos que,
entrelazadas, forman un corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario