jueves, 9 de abril de 2015

Ying-yang

Ying-yang. Un gato blanco y un gato negro se miran frente a frente, inmóviles. La luna menguante se refleja en sus ojos de agua viva y el alumbrado público de alguna calle perdida tiñe de atardeceres sus pelajes. Parece cierto que de noche todos los gatos son pardos, o al menos eso pensará quien los vea de lejos al salir con la bolsa de la basura, pero estos gatos son blanco y negro, como el ying y el yang. Dos partes de un todo en equilibrio, perfecto como un círculo, luminoso como un triángulo, sinuoso como las colas de estos gatos que, entrelazadas, forman un corazón. 


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