Trabajo
Práctico #3
Crítica
Cinematográfica
Yvy
Maraey: Cada cuadro, una pieza de arte
“Y
tú, ¿de qué color ves el mundo?”, pregunta la niña guaraní. “Lo veo igual que
tú”, responde el hombre blanco. “¿Y tú qué sabes cómo veo yo el mundo?”,
responde ella. Yvy Maraey es la película sobre un hombre blanco que viaja al
corazón del pueblo guaraní para encontrarse en sus diferencias y reconocerse
ante el espejo del Kandiré (viaje de autoconocimiento a partir de la mirada y
el oído del otro), extrapolando la concepción del mundo globalizado contra la
visión guaraní de este gran tambo de estrellas.
Yvy
Maraey es la historia de un cineasta que, motivado por la filmación de unos
guaraníes salvajes en el Chaco Boreal, realizada en 1910 por un explorador
sueco, se aventura hacia el sureste del país en compañía de un dirigente
guaraní que lo guiará por el Chaco y le ayudará a investigar sobre el remoto
pueblo guaraní. El viaje es realizado en un moderno y lujoso Jeep,
representante del apego a lo material del hombre blanco, el cual servirá para
mostrar el choque cultural entre ambas partes y a la vez, la identidad de cada
uno.
Yvy
Maraey es dirigida y protagonizada por Juan Carlos Valdivia, quien hizo un
estupendo trabajo tanto en dirección como en actuación, recibiendo distintas
premiaciones. Valdivia es un reconocido director de cine boliviano, autor de
películas como Jonás y la Ballena Rosada, American Visa, Zona Sur, entre otras.
El
tema tratado es ambiguo y complicado de descifrar, pero mirando con atención y
haciendo una lectura reflexiva de la realidad del pueblo guaraní y las personas
que viven actualmente en el Chaco Boreal, se puede considerar que Ivy Maraey
trata sobre la conservación de una cultura aislada, tanto geográficamente como
en población. El Chaco Boreal es una zona enorme de clima inclemente, escenario
de la Guerra del Chaco, donde los soldados murieron de sed y no necesariamente
por las balas. Actualmente existen distintas comunidades, pequeñas y muy
alejadas unas de las otras, sin carreteras, que viven con sus tradiciones
guaraníes prácticamente intactas. No salvajes en taparrabo, como esperaba ver
Valdivia, pero sí gente muy humilde que vive con su propia cosmovisión, bajo
sus propios códigos y reglas. Esta película trata de las diferencias entre este
pueblo fascinante y nosotros, y de lo mucho que podemos aprender de ellos.
Con
respecto al guion, creo que es algo flojo y le cuesta comunicar su mensaje. Es
una película que tendría que ser vista varias veces para entender todo lo que
el director trataba de comunicarnos, pero en sí, durante los minutos que dura
el rodaje, no sucede mucha acción, sino que es más bien contemplativo y
reflexivo. El punto de la película no se
entiende hasta el final, el mero final, y sospecho que el hecho de tener el
apoyo del director ayudó a entenderla, cosa que quizás no hubiera logrado
viéndola en el cine.
Los
pocos actores que actúan, hacen una interpretación lo mejor posible, conociendo
el estado de la actuación en Bolivia, que por alguna razón, flaquea mucho más
que los aspectos técnicos e incluso de guion. Las actuaciones más rescatables
son las de Valdivia y su coprotagonista, quienes hicieron su mejor actuación
dentro de las comodidades de un guion poco exigente en dramaturgia. Así mismo
los otros personajes, con pocos diálogos, apariciones fugaces y planos
abiertos. Cabe rescatar que todos los extras no estaban actuando, sino que se
hacían fiestas y ceremonias auténticas del pueblo guaraní, con las bebidas y
toda la parafernalia, y se filmada a la gente haciendo algo real.
Lo
más rescatable de la película es la fotografía y la música. En esta película,
cada toma es una pieza de arte. Es una película altamente turística, pues la
fotografía se luce mostrando la belleza e inmensidad del paisaje, el colorido
de la cultura, la inclemencia del clima y toda esa atmósfera mágica en la que
vive envuelto el pueblo guaraní. Hace uso de planos sostenidos y planos
secuencia, movimientos de cámara envolventes y cuadros fijos que permiten
admirar la belleza desde dentro de la imagen.
Como
representante de cine boliviano resulta excelente porque realmente logra
mostrar la belleza geográfica del lugar, la profundidad de la cosmovisión
guaraní y la riqueza de su cultura, llena de arte rudimentario y poesía sabia.
En
conclusión, Yvy Maraey es una película que merece ser vista con una mirada
abierta y más allá que la del cine de entretenimiento. Es una película realista
que muestra la vida del pueblo guaraní tal y como es, con un mínimo de
actuación, donde se cumple el objetivo del director: dar a conocer la cultura
guaraní y la belleza que trae consigo.
Puntuación:
4 de 5
Si te gustó ese tópico, deberías leer la vida de los indios de Erland Nordenskiold. Es un libro sobre un gringo que se adentra en la vida de los indios, de hecho es su diario. Es muy hermoso e inocente, seguro te gustará. Un saludo!
ResponderEliminarBuenísimo, gracias! :D
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