Son las 6:45 am.
El amanecer se vistió de una neblina densa y
apestosa como el río Rocha.
Ahora lo presencio desde la ventana del
avión. La cima de las montañas se pone rosada y sus siluetas son recortadas por
la luz arcoíris del cielo.
Cuando uno conoce el verde del amanecer, se
hace imposible no relacionarlo con un arcoíris.
Hace su entrada triunfal el sol. Y la luna
casi llena lo vigila todo desde arriba.
Es la fotografía perfecta, retratada en
letras.
La neblina está suspendida como una nube
sobre los campos más húmedos.
Tripulación de cabina, conectar toboganes.
Los nevados del Tunari se pintan de rosado
alba.
Esta es mi mayor ganancia.
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