A unos metros, un lustrador de zapatos
escucha por radio un noticiero español, y de más allá, traído por el viento,
llega el coro de un reclamo, una protesta.
En la hora del calor, cuando los mercaderes
abandonan los mercados y las vitrinas se cierran para guardar el descanso
tranquilo del medio día, solo los cuerpos fríos quedan de pie, indiferentes a
la brisa y el cielo.
Los maniquíes observan por detrás de los
barrotes el andar pausado de los transeúntes, que a la hora del calor, con un
cielo tan azul como el de hoy, no intentan apresurar el paso ni restarle un
segundo a la caricia del sol.
Hay tiempos para escribir. Hay tiempos para
leer y hay que saber aceptarlo.
Seamos todos caballos para tener amaneceres
blancos.
Realmente… para qué complicar. Sobre todo si
el cielo es tan azul como hoy.
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