El profe lleva una hora hablando a paso
lento, muy lento, sobre el examen pasado, sobre luces, Monet y el
impresionismo, el inexplicable cambio de horario que nadie termina de
comprender porque él no termina de aclararse, sus spots publicitarios con manejos
de led y la tarea: investigar sobre el pintor Degas y su concepción del cuadro.
Es profesor de cámara e iluminación
pero es muy culto, viaja mucho, habla en francés con su alumna favorita y nos
cuenta de sus invitaciones a comer mariscos con pintores en París.
“En este campo no tienes idea lo que
pasa”. Tiene toda la razón: las vías de esta profesión son impredecibles y
vertiginosas. Un día podés estar en la cima, codeándote con Guillermo del Toro,
y al otro ser anónimo, sin más victorias que un spot para Mendocina.
El profesor se moría de hambre cuando
vivía en Francia, por lo que decidió volver, pero aquí no había cine. No había
trabajo en su campo laboral y sin embargo, era en París donde se moría de
hambre.
La tierra propia brinda alimento de
pura generosidad.
Ha pasado una hora y diez minutos y no
sucedió absolutamente nada.
Ahora criticamos películas de Elías
Serrano, uno de los directores bolivianos con más películas producidas y sin
duda alguna, el peor de todos, acompañado siempre por el protagonismo del
retrasado de Nelson Serrano, su hijo.
SI hubieran premios a las peores
películas del mundo, con categorías en guión, dirección, interpretación,
fotografía, escenografía y falta de sentido común, Elías Serrano se llevaría el
oro en todo.
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