domingo, 6 de mayo de 2012

Analogía

Era una noche sofocante y clara, como lo eran todas en esa porción del mundo en que el alumbrado público brillaba más que la luna y el sonido de la ciudad insomne se fundía con el sueño de la gente que vivía de día, como era el caso de los Parada, la familia en cuya casa todos dormían sin perturbaciones, todos menos Clara, el pequeño y delicado candelabro que, como siempre, estaba firme en la mesita de la sala.
Había estado inmóvil por muchas horas, esperando hasta estar segura de que todos durmieran, pero cuando escuchó las campanadas del reloj que anunciaban la media noche, su metálico corazón se agitó, se empañaron sus vitrales de sudor helado y la pequeña mecha de su vela empezó a moverse frenética de un lado al otro.
Saltó de la mesita, se deslizó a través de la sala en completo silencio, recorrió la cocina con algo más de torpeza y, finalmente, dio varios saltos de acróbata profesional y se escabulló por la ventana entre abierta que daba hacia el patio, donde brincó tan rápido como pudo hasta el cuarto de las herramientas. Allí la esperaba su novio Gaspar, un martillo rojo, grande y fuerte, pero además muy tierno y detallista, prueba de ello es que sacudió y limpió la mullida esponja gris de su estuche.
Se acercaron despacio, tratando de mantener la calma pero con la emoción a flor de fierro, y se dieron un beso duro e inexplicable, pero cargado de auténtico amor. Ya recostados lado a lado en la cama de esponja, Clara miró al martillo y suspiró tan profundo como pudo.
_Gaspar, hay algo de lo que tenemos que hablar _dijo nerviosa_ esta relación se me hace demasiado difícil.
_¿De qué estás hablando? _Respondió él, contrariado_ a mí, nuestro noviazgo me parece perfecto.
_Claro, a vos que no tenés siquiera que dar dos pasos fuera de este cuarto, pero yo me arriesgo mucho al venir aquí, ¡cualquier cosa me puede pasar! ¿Acaso no te importa mi seguridad?
_Por supuesto que me importa, ¡yo te amo más que a mi vida Clara!
_Yo también, pero esto es muy difícil… estaba considerando que sería mejor para los dos que busquemos pareja dentro de nuestro entorno, ya sabés, vos aquí y yo en la sala.
Gaspar se quedó paralizado por dos segundos, luego de los cuales se abalanzó contra el candelabro tan rápido y tan fuerte que ella ni siquiera pudo esquivarlo, sólo logró soltar un gritito involuntario antes de quedarse inmóvil, observando sus cristales de colores hechos pedazos en el piso. El golpe había sido muy doloroso, pero el martillo seguía iracundo y sediento de justicia, así que para asegurarse de que Clara escarmentara, la siguió golpeando hasta torcer su estructura metálica y deformar su velita aromática. Ella, desesperada, trató de huir, pero los reflejos de él se lo impidieron, pues de inmediato saltó hacia la perilla de la puerta y la cerró con un movimiento brusco y certero. Ambos se quedaron petrificados por varios minutos, sin mirarse, ella llorando desconsoladamente y el echo un revoltijo de sentimientos inerte.
Cuando Clara se hubo calmado, Gaspar fue con mucha lentitud y delicadeza a buscar pegamento, el lustra muebles y la gamuza más limpia que tuviera en el cuarto, y con el mismo miedo de seguir hiriéndola, prosiguió a unir los cristales, enderezar su cuerpo mallugado y lustrar todos los arañazos y raspones. A pesar de que le debía miles de disculpas, y que las tenía en la punta de la lengua, no tenía el valor para decir una sola palabra.
Cuando terminó de curar sus heridas lo mejor que pudo, la tomó en brazos y la recostó en su cama para que descansare antes de volver al frío vidrio de la mesita de la sala; él, por su parte, la observó de pie toda la noche.
A la mañana siguiente, con las luces del alba, le abrió la puerta y la acompañó a través del jardín, de la cocina y de la sala hasta su lugar seguro, pero cuando la vio ahí, rodeada de tantos otros objetos hermosos y elegantes, fue demasiado notorio que la lámpara estaba dañada.
La pena y la culpabilidad lo carcomieron, lloró todo el viaje al cuarto de herramientas y siguió llorando por mucho tiempo más, pero no volvió a asomarse en la vida de Clara.
Y ella se quedó ahí, de pie y adolorida, más del alma que del cuerpo. Le preocupaba que sus dueños, al verla, quisieran hacer una averiguación profunda sobre quién la había maltratado, e incluso le parecía posible que tuvieran a su novio el martillo como uno de sus principales sospechosos, pero cuando la mamá Parada se dio cuenta de lo dañado que estaba su candelabro, se detuvo por un momento, se lo acercó a la cara para verlo mejor, dijo quién rompió mi candelabro con voz alta para que sus hijos la escucharan, la devolvió a la mesita y continuó con su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario