martes, 19 de febrero de 2019

/Intermedio/



Es una pena escuchar tus ronquidos.
Se reconocen como el símbolo de aquello que no es grato.
Nada más tortuoso que no poder conciliar el sueño.
A la vez, ¿por qué no nos reconocemos, el uno al otro?
¿Será por ese afán de odiarnos a nosotros mismos,
y a la vez, buscar con desespero la aprobación del ser querido?
Debemos ser la materialización de la inseguridad.
Más nos afligen palabras de reproche y rechazo
que sinceros halagos. Desinteresados abrazos.
Es tan fuerte, la mente.
Me reconozco manipuladora de mi propia compulsión.
No me gusta que me desafíen a la verdad.
Yo digo amar. ¿Alguien me cuestiona?
Toda la fuerza de mi existir se posiciona sobre la convicción de que aquella conclusión es incorrecta, quiéranlo o no.


No hay comentarios:

Publicar un comentario