sábado, 7 de noviembre de 2015

Dengue


Viniste. Esperé todo el día para verte y solo viniste una hora, pero viniste. 
Y cuando te vi, te odiaba, pero tu cara era un sol que cambiaba las siete de la noche por las siete de la mañana.
Te odiaba, pero tu felicidad arrasaba con todos mis dolores y pintaba una sonrisa en mi rostro convaleciente. 
Y a pesar de que odiaba el motivo de tu alegría, amaba la alegría que tus ojos radiantes, tus cachetes encendidos, sembraban en mí. 

Y con la calma de una plantita que crece, troqué dolor por sonrisa y te agradecí en lo más profundo por haber venido. Cuando te fuiste, te amaba.

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