Viniste. Esperé todo el
día para verte y solo viniste una hora, pero viniste.
Y cuando te vi, te
odiaba, pero tu cara era un sol que cambiaba las siete de la noche por las
siete de la mañana.
Te odiaba, pero tu
felicidad arrasaba con todos mis dolores y pintaba una sonrisa en mi rostro
convaleciente.
Y a pesar de que odiaba
el motivo de tu alegría, amaba la alegría que tus ojos radiantes, tus cachetes
encendidos, sembraban en mí.
Y con la calma de una
plantita que crece, troqué dolor por sonrisa y te agradecí en lo más profundo
por haber venido. Cuando te fuiste, te amaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario