Juan dobló la esquina y se fue, se fue
caminando. Y caminando huyó de la luz roja del semáforo y huyó de los reproches
del domingo pasado. Y el domingo pasado se sirvió puchero en casa de los
Antúnez y Juan estuvo ahí, al igual que el resto de su parentela directa. Juan
caminó lejos de las preguntas, el dónde estuviste, qué hiciste y con quién.
Juan dobló la esquina caminando y al terminar la curva, en plena luz roja, se
encontró con todos sus miedos. Y se encontró con que ahora sus miedos eran independientes
y tenían cuerpo propio. Ya no eran los miedos encarnados en la barba de papá o
los labios compungidos de mamá. Ahora eran un espejo, un oráculo y un mañana.
Él mismo leyendo los símbolos ocultos de sus manos y los azares de sus cartas.
Juan leía el futuro y Juan no lo podía interpretar. Juan solo tenía miedo y una
barba de papá y unos labios compungidos de mamá. Cerró los ojos y caminó como
un ciego, y en su ceguera, un alma buena le ayudó a cruzar la calle. Juan cruzó
la calle y dejó atrás sus temores. Dejó atrás sus victorias, sus trofeos
mediocres y sus fotos familiares. Y la familia se decepcionó mucho y maldijo a
Juan. Dijeron que era un caso perdido, que no había vuelta atrás, pero Juan no
quería volver atrás, pues al otro lado de la calle, el universo era grande y
fecundo. Y fecundo fue el futuro de Juan, que encontrado en su confusión, tomó
tierra y agua, y plantó en ellas su alma para que echara raíces por muchas
generaciones más. Se acabó el árbol genealógico, se dijo, pues aquí yo planto
mi legado, mi herencia y mi patria.
Muy bueno. Tu manejo del lenguaje es preciso y elegante. Mi única crítica es que quizás deberías trabajar un poco más tus cierres (soy cortazariano, podrás comprender). :)
ResponderEliminarCreo que Cortazar escribia para si mismo y ahi radicaba su exito.
EliminarGracias por comentar! Me alegra que hayas leido.