martes, 16 de abril de 2013

Después de media vida


Pasados treinta años de su última visita, Silvio Rodríguez Domínguez vuelve a Bolivia para regalarnos sus más hermosas canciones en un show de dos horas y media para emocionarse hasta las lágrimas.
Sucedió el 15 de abril en el estadio Tahuichi Aguilera, ciudad de Santa Cruz, para suerte de los anfitriones, pues la altura de la ciudad de La Paz obligó al cantautor cubano a presentarse en los llanos que lo recibieron con días perfectos.
Después de hacer cola bajo la lluvia por horas para conseguir credenciales para toda la familia, formar todo el día fuera del estadio bajo el sol radiante y defender puestos para los ausentes en las graderías, fuimos por fin partícipes del hecho anoticiado hacía más de un mes y aún increíble para todos.
El dúo Negro y Blanco dio inicio al espectáculo con un repertorio corto pero encantador de odas a Bolivia, la cultura y la música, mezclando folklore con trova y conquistando a las casi quince mil personas que los presenciaban.
Durante su penúltima canción, una vagoneta entró por un costado de la cancha escoltada por varios miembros de la policía militar, de la cual bajaron el presidente Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera. Ahora sí el concierto podía dar arranque.
No pasaron cinco minutos de la salida del dúo cuando se pudo distinguir en la oscuridad del escenario a tres de los músicos que acompañan a Silvio en todas sus giras desde los últimos años: César Bacaró en el bajo, Rachid López en la guitarra clásica y Maikel Elizarde en el tres, quienes interpretaron una melodía con tintes barrocos.
Al finalizar, Niruka Gonzáles (flauta traversa y clarinete) y Oliver Valdés (batería) se unieron al Trío Trovarroco para dar pie a la canción Segunda Cita, a la cual se integró Silvio entre un mar de ovaciones, aplausos y silbidos: el sueño se estaba volviendo realidad y aún así no era creíble.
“Estoy muy contento de estar de nuevo aquí con ustedes después de tantos años,  pero con mucho cariño, de veras que sí”, fueron sus palabras antes de comenzar Días y Flores con el punteo radiante del tres acompañado por la guitarra.
A ella le siguieron canciones de sus últimos discos, como Virgen de Occidente, canción que aún no ha sido lanzada, y San Petersburgo, la cual, tal como el cubano narró, nació gracias a un encuentro que tuvo con Gabriel García Márquez en un avión curiosamente vacío que iba de cuba al Caribe mexicano; el escritor le contó de una historia que se le había ocurrido para ser canción sobre una novia que fue plantada en el altar y Silvio Rodríguez la hizo realidad.
Luego comenzó un salteado de sus canciones más populares con las más recientes, intercalándose Canción Del Elegido, Carta a Violeta Parra, El Mayor, Cita Con Ángeles, Quién fuera, acompañada a todo pulmón por el público, El Escaramujo, La Maza, Sinuhé, Mujeres, El Necio, especialmente dedicada al Presidente, De La Ausencia Y De Ti, Velia, y Ojalá, con la cual pretendía cerrar.
No se hizo de rogar ante las ovaciones y, apenas se hubo levantado para irse, todos se volvieron a sentar para continuar con Unicornio, Mariposas, Sueño Con Serpientes, En El Claro De La Luna y La Era.
Una vez más, Silvio y su grupo se levantaron, se despidieron con una venia, él se aproximó al borde del escenario para sacar fotos y, ahora sí, desapareció tras el telón lateral.
Minutos después volvió solo con su guitarra, la afinó una vez más y nos regaló en solitario Te Doy Una Canción y La Gota De Rocío, a la cual luego se unió Rachid López con unos armónicos de guitarra enternecedores.
La despedida se repitió y la gente empezó a perder las esperanzas, varios abandonaron el estadio y el Presidente salió de la misma forma en que entró, pero Silvio apareció una vez más, con toda la banda, para tocar Pequeña Serenata Diurna, ahora sí la última pieza de la noche.
El público siguió ovacionando y pidiendo más, pero fue rápidamente acallado por un tropel de fuegos artificiales que danzaron hermosos en el cielo por ocho minutos para cerrar el espectáculo más emocionante de la vida de muchos espectadores que llegaron de todos los confines del país sólo para verlo a él, el auténtico poeta de América, el necio, el sabio como un árbol, único como solo pudo ser Silvio Rodríguez.

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